Y no me refiero a la exageración, que se parece bastante a una
mentira relativizada, sino a una auténtica, dura y total falacia.
No sabemos si Feinmann se refirió a la verdad o a la Verdad,
a la manera francesa. No olvidemos tampoco que Napoleón Buonaparte (tal la
grafía original del apellido, sin olvidar que en el dialecto corso, Napoleón es
Nabuliune, es decir, León del Desierto) inauguró oficialmente el uso simbólico
de mayúsculas para subrayar el reconocimiento oficial, más importante que el
social, de ciertas jerarquías oficialmente reconocidas por él, Napoleón. El mundo está loco, loco, loco.
Podríamos hablar entonces de Verdad y verdades.
Podríamos hablar entonces de Verdad y verdades.
De todos modos, Clarín y La Nación informaron que la
locomotora descarrilada en Plaza Once pertenecía al ex-Sarmiento cuando en verdad era de Ferrobaires. ¿Lo ocultaron, olvidaron mencionarlo o directamente mintieron?
Clarín y La Nación se niegan a reconocer la corrupción del
gobierno de Rajoy, escondiéndola detrás de varios eufemismos, es decir, mentiras políticamente correctas.
Clarín y La Nación recurren a opiniones de italianos para
titular que la mentira es una inveterada costumbre argentina sin opinar, por
ejemplo, sobre los excéntricos ocultamientos, exageraciones y embustes del
Cavaliere Berlusconi, para no mencionar a Mussolini.
Quizás se refieran, Clarín y La Nación, a cuando Argentina,
allá por 1998 o 2000, era el país más exitoso de la tierra o acaso del universo
todo.
Las brujas no existen, pero que las hay, las hay.
Y las mentiras también.
Y las mentiras también.
Es decir, en términos relativos, esas verdades son POR LO
MENOS MIS VERDADES, y sospecho de algunos otros, ...igual que la calandria que azota el vendaval, y traigo mil
canciones como leñita fresca...
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