Aunque las agendas mediáticas parecen obligarnos a discutir el
ataque contra Kiciloff en el Buquebus o las actitudes insólitas del director
Campanella, nosotros preferimos seguir con el Bicentenario.
Se han celebrado, hasta ahora, los respectivos aniversarios de
la Asamblea del Año XIII y del combate de San Lorenzo, dos hitos, según se mire,
de la historiografía oficial mitrista o de la Independencia.
En la primera se omite señalar, se oculta o se minimiza que,
a esa altura, la de la Asamblea de 1813, la corriente independentista, excluido Artigas con sus
representantes, se estaba encerrando en sí misma para, en poco tiempo, acabar derrotada con Bernardino
González Rivadavia, más conocido sin el González.
Respecto del combate, se lo recuerda con un San Martín alto
y rubio, excluido de su origen americano y (con un término que hoy suena
discriminatorio) bastardo; también se oculta la historial real de Juancito Sosa.
Y ocultando o minimizando que si fue el único
enfrentamiento armado que protagonizó en estas tierras, es porque comprendió
tempranamente, San Martín, que había que acabar con el núcleo duro del poder
español en el Perú, solucionado lo cual los comerciantes del puerto de la Santísima
Trinidad, también conocido como Buenos Ayres, terminarían cayendo en la
volteada según el célebre castillo de naipes.
Pero no solo eso: en las alternativas del breve combate, un
sargento que no era sargento sino soldado raso y presumiblemente ni siquiera se
llamaba Cabral, dice Mitre que gritó, para los libros escolares y la
circunspección del diario La Nación “Muero contento, hemos batido al enemigo”
en castellano académico, cuando lo más probable es que al caer herido exclamara
algo así como “hijos de una gran puta” y en guaraní.
Mitre, el pomposo, inventó un relato literario de la
Argentina donde una y otra vez devolvía a la ciudad de Buenos Ayres “las
legiones intactas” o “casi intactas” cuando la realidad marcaba lo contrario; y
prometía "En 24 horas en los cuarteles, en 15 días en campaña, en tres
meses en la Asunción” cuando en realidad fue eyectado por los brasileños del
mando de las tropas de la Triple Alianza luego del desastre sin atenuantes de
Curupaytí, y la guerra no duró 3 meses sino 5 largos años.
En el combate de San Lorenzo también se destacó el alférez
Hipólito Bouchard, de origen francés pero a esa altura, en febrero de 1813, con
carta de ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Poco después,
Bouchard, junto con el irlandés Guillermo Brown, incursionó por el Pacífico
Norte apoderándose de la capital de California, todavía española.
Pero Mitre minimizaba u ocultaba lo que tuviera aroma francés y napoleónico
tanto como ensalzaba la inglesidad, lo que me recuerda a un personaje
literario, un bóer que se sentía inglés de pura cepa luego de que se le
trasplantara el corazón de un británico fallecido.
La inglesidad de Mitre se percibe claramente cuando eleva a
la categoría de héroes nacionales a tres ingleses que en realidad fueron absolutamente
fieles a Su Majestad Británica (SMB).
Me refiero a Lord
Thomas Cochcrane, sir Home Popham y sir Charles Hotham.
El filibustero Cochcrane, décimo conde de Dundonald,
transportó al ejército libertador desde Chile a Lima en el momento más
peligroso de la campaña sanmartiniana y cobró, Cochrane, una importante suma en
metálico por sus servicios. La prueba flagrante de su fidelidad a la Corona es
que sus restos descansan en un mausoleo de la muy exclusiva Abadía de
Westminster, en el propio altar, lugar reservado para los héroes británicos.
El almirante Sir Home Popham, caballero de la Orden del
Baño, fue un aventurero protagonista de las Invasiones inglesas como responsable
del control militar de Buenos Ayres. La invasión, recordemos, estaba a cargo
del luego degradado Guillermo Carr Beresford. Fracasado el intento, Popham
volvió a ensayar el modelo de la invasión militar-comercial en todo el ancho
mundo colonial de aquel entonces. Eran los años en que, con la Royal Navy,
Inglaterra “gobernaba sobre las olas” de todos los océanos.
El tercer héroe mitrista británico es Sir Charles Hotham,
quien durante toda su vida luchó por la libre navegación de los ríos,
obteniendo la del Paraná como concesión a los comerciantes ingleses luego de
caído Rosas, mediante un acuerdo que firmara Hotham junto a Urquiza.
En el Bicentenario hubo héroes y villanos, pero hay miradas
que no coinciden ni pueden coincidir nunca.
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