Poco y nada se puede agregar sobre José Alfredo Martínez de
Hoz que no se haya escrito hoy, y para lo cual tomaremos como extremos la laudatoria
de La Nación (nota cerrada a comentarios) y el artículo crítico de Página 12,
aunque sospecho que a la derecha del primero y a la izquierda del último se
publicarán cientos o miles de palabras tan olvidables como previsibles.
Sin embargo, vale la pena, creo, remarcar un par de
cuestiones donde las preguntas a veces se expresan, otras no, y no
siempre tienen respuesta a fin de no repetir obviedades.
Y además, pueden
alumbrarnos el presente aunque se refieran al pasado.
¿Puede volver esa política, la de Martínez de Hoz?
¿Su estirpe se extinguió o dejó cría? Si fuera por seguir la trayectoria de su hijo (ver aquí) dedicado a defender los Tratados Bilaterales de Protección de Inversiones (TBI) ya tendríamos la respuesta redondeada.
Y si no se convenció todavía:
Aunque el fallecido sea el ícono de una época marcada por la
conjunción en espacio y tiempo de dos factores (grandes grupos económicos
asociados con cúpulas militares antiperonistas) que hoy no confluyen,
la resultante (en términos de física) de las fuerzas que conforman el bloque de
poder económico-social-cultural hoy es otra, distinta a la que, con el uso
indiscriminado de la ilegalidad, se forzó en los ’70.
Esto requiere
institucionalizar los cambios.
Pero algunos pueden institucionalizarse, otros no. Si yo
fuera Melconian o cualquier otro charlatán de la Fundación Pensar, no
suprimiría la AUH (creada por decreto 1602 firmado por Cristina, y para dar un
solo ejemplo entre muchos), pero la neutralizaría convirtiéndola en un ingreso
miserable, mediante la liberación de precios (sobre todo de alimentos)
combinada con una reforma al 1602 que la desenganche del resto de los precios
de la economía.
Volveríamos a la época de las ventajas comparativas: caramelos sí, acero no. Formalmente
seguiría existiendo la AUH, y ¿quién podría negarlo?
Aunque desde agosto a octubre de 1975 los grandes grupos
económicos discutieron con la cúpula antiperonista de las FFAA el momento
preciso para dar el golpe de estado que acabara para siempre con el Estado Sudamericano
de Bienestar creado por el primer peronismo, ya en marzo de 1973 la decisión
estaba tomada.
Fue cuando el presidente Cámpora, simultáneamente, destituyó a
Alcides López Aufranc como jefe del Estado Mayor y designó a Gelbard en el
ministerio de Economía. Intolerable. López Aufranc se refugió de inmediato en
Acindar, la empresa de la familia (profunda y públicamente antiperonista) Acevedo.
Mientras tanto, Gelbard recibía cascotazos
de todos lados: para la derecha era un ratero, para la izquierda un incapaz de
llevarnos a la patria socialista aunque, es notorio, Gelbard pertenecía al PC.
Cuando se leen atentamente los balances de Acindar de esos
años (1973, 74, 75) firmados por López Aufranc como presidente de la firma, se
percibe enseguida que el “clasismo” enfrentado sindicalmente con los Acevedo
aceleraba los tiempos del golpe de estado reaccionario, tensando la cuerda y promoviendo la militarización de la derecha.
Estoy seguro (escuchando a unos cuantos “referentes” que repiten hoy lo mismo
que en esos días, sin ninguna crítica) que muchos no compartirán esta
conclusión o la creerán reaccionaria: al fin y al cabo, Perón se enfrentaba con
Montoneros y esa parecía en aquel entonces “la contradicción principal”.
A
nadie le importaba que la Argentina estuviera insalvablemente rodeada por
dictaduras con programas económicos neoliberales: sobresalía la de Pinochet,
que inauguraba –mundialmente hablando- el recetario de Mont Pelerin, ultra
liberalismo de von Mises a cualquier costo. Se suele olvidar este inicio, y no
se pondera cómo producir un cambio radical en un país periférico dentro de un
mundo hostil: ¿se pretendía ser otro peldaño del mundo soviético? ¿Como Cuba?
Me refiero, entre tantos ejemplos, a una presentación judicial de la
Liga Argentina por los Derechos del Hombre (relacionada con un sector del PC) que
cuestiona a Perón por no haber optado por el modelo soviético de producción de
acero y arrabio. En 1950. En medio de la Guerra Fría.
Es el caso de una
realidad que debe adaptarse al concepto teórico-ideológico cuando es al revés,
o mejor, cuando el tal concepto debe surgir de la realidad y no importarse
desde donde sea.
¿Y a qué viene todo esto?
A que hoy, como en aquel entonces, un triunfo electoral,
aunque fuera contundente y decisivo, no significaba tener todo el poder sino
una parte del poder, ayer como hoy, y para lo que nos interesa, sobre todo hoy.
En este sentido, y aunque no venga a cuento, es erróneo
creer que 300, 500 o 2000 militares cometieron aberrantes violaciones a los
derechos humanos: la totalidad de las FFAA y de seguridad estuvieron empeñadas en lo que ellos
denominaron “guerra” para la cual el enemigo era el propio pueblo argentino.
Habría que creer que unos cuantos ingenuos (no las cúpulas, claro) lo creyeron literalmente,
en cuanto ese oponente (el pueblo, recordemos) pretendía destruir “nuestro
tradicional sistema de valores”, lo mismo de siempre.
Esta concepción donde el
enemigo era el propio pueblo la introdujo (de nuevo) López Aufranc desde
Francia, y ya había sido ensayada –antes de Argelia- por los ingleses en Malasia.
Sí, Martínez de Hoz dejó cría.
Para ellos, la cría, el problema es principalmente uno: no
cuentan con la complicidad de las FFAA, pero tampoco pueden crear una hegemonía
digna de ese nombre porque todos los figurones de la derecha se pelean entre sí
defendiendo sus propios intereses particulares, particularísimos, y no tanto
por creerse los pavos reales de la restauración liberal.
Y digo
particularísimos porque aunque afirman defender “un estilo de vida” que parece
referirse a un colectivo, en realidad defienden el estilo de vida de determinados
tipos o empresas.
Aunque se enmascaren de una u otra manera, hoy existen unos
cuantos Pequeños Martínez de Hoz Ilustrados. Algunos apoyan al peronismo
federal, otros todavía no saben, otros circulan alrededor de Pino o Lilita o Mauricio
o Robert Vincent Cortina o Hermes (protector de comerciantes y ladrones)
Binner.
Muerto el perro, no murió la rabia.
2 comentarios:
Necrológicas.
MARTINEZ de HOZ, José A., q.e.p.d., falleció el 15-3-2013. - Carlos Pedro Blaquier, su amigo de toda la vida, participa con gran pena su fallecimiento y acompaña a su familia en estos tristes momentos y muy especialmente a su hijo José.
MARTINEZ de HOZ, José Alfredo, q.e.p.d. - El directorio del Colegio de Abogados de la ciudad de Buenos Aires participa su fallecimiento, acompaña a su hijo José y familia en este momento y ruega una oración en su memoria.
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