lunes, 15 de julio de 2013

LA CUESTIÓN NACIONAL Y LOS ORIGINARIOS

Como la comunidad quom –y de vez en cuando la mapuche- son noticias de tapa en los diarios, vale la pena, creo, seguir reflexionando sobre la cuestión de los pueblos originarios en Argentina y su relación con la cuestión nacional.
No deja de sorprender el divorcio todavía existente entre los sectores medios urbanos de la mayor parte de las provincias y lo que estos llaman (hoy) despectivamente “indios”.
Desdeñando el sentido profundo de aquella orden general de San Martín a sus ejércitos que mencionaba a nuestros amigos los indios, los “blancos” de las ciudades conservan una visión elitista relacionada con la tradición hispánica aunque sus actores actuales –en su mayoría descendientes de las inmigraciones de los siglos XIX y XX- poco tienen que ver con ella, y que por ejemplo se aprecia en el uso de giros idiomáticos propios de un idioma español olvidado hace mucho en las grandes ciudades con vista al puerto. Esa postura discriminatoria de los sectores medios provincianos convive con las nuevas costumbres imperiales trasmitidas por los medios de comunicación, de modo tal que coexisten usos heredados con las costumbres descartables de la cultura dominante sobre todo a través de los medios.
En ese contexto, dicen que somos un país “emergente”. Aunque no sea fácil aceptarlo, es posible equiparar la idea de “emergencia” con el concepto de “dependencia”. Hay una perceptible dependencia de nuestros países en todos los órdenes: tecnológico, cultural, industrial, financiero, etc., y hay “modelos” a seguir, los de los países que marchan al frente, o dominan, esas áreas. Sucede que algunos la percibimos, otros la aceptan o abrazan, a otros les resulta indiferente, y también deben existir quienes ni se dan cuenta.  
Esa emergencia, de emerger, se refiere a estar saliendo de algo. ¿Pero qué es ese algo? ¿Acaso de la “dependencia”? En principio, es un término propio de los organismos multilaterales, lo que no es poco.
¿Y luego, cuál es esa emergencia que los países centrales aceptarán de buen grado y cuál no?
Aquella que no implique locuras independentistas.
Esas “locuras” adquieren maneras distintas según la etapa histórica que se viva. Lo fueron a principios del siglo XIX las posturas contrarias al dominio de los comerciantes del puerto aliados a la importación-exportación, que expresaron Rivadavia y Mitre, y las cito especialmente porque ellas constituyeron la República Argentina, sus leyes e instituciones. El mítico granero del mundo se inscribe en esa línea. Hasta ese momento, que podría culminar con el pacto Roca-Runciman, el país exportaba productos primarios (cada vez más baratos) e importaba bienes industriales y terminados de costo creciente, en lo que los autores de la época denominaron “deterioro de los términos del intercambio”.
Salteando varias circunstancias importantes, nos encontramos hoy con comodities (mercancía, en inglés) de costo creciente (aunque ese costo no está fijado en general por sus países productores) y bienes industriales, sobre todo de consumo, de costo decreciente.
La producción industrial ha dejado de ser un problema debido al salto tecnológico y al uso decreciente de mano de obra. Esto se observa también en el agro, convertido por la revolución verde en una actividad industrial que absorbe un muy bajo nivel de mano de obra, mucha tecnificación, uso masivo de químicos y semillas controladas como propiedad industrial. Este fenómeno, como aclaró un lector del post anterior, no se reduce al agro ya que la actividad farmacéutica está igualmente concentrada y responde a los mismos parámetros, constituyendo la naturaleza de la etapa actual: lucha por la concentración en unas pocas corporaciones anónimas y mundiales. La desocupación masiva (y sus “efectos no deseados”, como la organización del ocio y el entretenimiento) sí son un problema incluso para países como China.
El aire puro que emiten los países “emergentes”, la salud pública y la educación se han convertido, o pretenden convertirse, en mercaderías, comodities. Más allá de nuestra voluntad u opinión, existen bonos de aire puro que cotizan en un mercado. La leyenda de Midas, aunque con un oro inequitativamente repartido: todo puede convertirse en un bien de cambio. Que las naciones industrializadas del norte exporten a los “emergentes” sus industrias más contaminantes forma parte de la misma etapa.
Esto parece muy alejado de la cuestión de los quom y los mapuches, pero no es así.
Mientras San Martín convocaba a “nuestros amigos los indios”, hoy los acusamos de tener una percepción difusa de la nación o directamente desconocerla, y de vez en cuando los visitamos y fotografiamos como un fenómeno folklórico/turístico que incluye el mosquerío, los pisos de tierra, la falta de escuelas, la vinchuca y otras enfermedades endémicas. ¿Pero quién ha hecho algo para que esas comunidades formen parte de la nación, que se reconozcan como parte de ella?
No podemos acusar a “los indios” de no poseer sentido de pertenencia a la nación argentina. Somos nosotros quienes debemos integrarlos paulatinamente: no esperemos que acepten mansamente el despojo de que fueron víctimas. No podemos obligarlos a amar aquello de lo que no forman parte.
No reconocemos su derecho a la propiedad de la tierra. O nos hacemos los tontos. Talamos bosques y plantamos soja. Pero con los originarios no hay solución posible sin este reconocimiento. De otro modo, nos limitaremos a verlos como una curiosidad turística.
En cierta medida, la problemática de los originarios se parece a la de cualquier otra minoría: como ningún otro, este gobierno ha avanzado en la integración de las minorías culturales así como el primer peronismo integró a los trabajadores. Unos y otros fueron integrados a la Argentina porque antes estaban excluidos.
No es suficiente con que el maestro que enseña cerca de una comunidad originaria, cuando hay escuela, hable fluidamente su idioma, porque suele trasmitir el mismo pensamiento urbano desdeñoso respecto de los “indios”: Juan Moreira era “vago y malentretenido”, un gaucho producto de la mixtura entre indios y españoles. La madre de San Martín era india. Quizás también la de Perón.

Si no se da esta integración, seremos un país “emergente” tal como se desea en las naciones industrializadas: una colonia tan próspera como recursos apetecidos por el mundo (y el mercado) se posea.

4 comentarios:

profemarcos dijo...

..."nuestros amigos los indios" significa que los indios son los otros y no la propia tropa...

Moscón dijo...

Está un poco en desuso pero el"no hay moros en la costa"es una herencia hispana innegable,hace 500 años que los gaitas rajaron a los moros y sobrevive el concepto.Delirante a fuerza de giros idiomáticos metidos en estas tierras tan alejadas de su origen con forceps culturales de trasvasamiento.
Todo ahora está muy acelerado y los intereses negociados a nivel nacional me parece que no pasa por el axioma "la tierra para el que la trabaja",privando a los pueblos originarios capacidad de acceder a la tecnificación del agro pone los reclamos al lógico nivel de exigencia de renta,saben y reclaman su tierra pero si la consiguieran difícilmente en el ámbito tal artificialmente hostil lograrían sobrevivir.
Y ahí disiento con lo planteado Jorge,no son trabajadores con conciencia de clase trabajadora,son un grupo étnico reclamando sus pertenencias al precio de la renta de hoy.
A entender,no disiento en la dirección planteada,ni en la dimensión,pero 60 ó 70 años ahora hacen una diferencia del concierto con otro arpegio.
Por otro lado fijate como el capitalismo nos toma de boludos:
http://www.planoinformativo.com/nota/id/268597

Jorge Devincenzi dijo...

Textual es "nuestros paisanos los indios", que lucharon junto a San Martín.
Está bien que quieran la tierra al precio al que la ha llevado la soja, no son boludos

Moscón dijo...

A lo que voy es que no les queda otra que alquilar las tierras en el supuesto que se les reconozca propiedad,a precio vil dado el condicionamiento de la falta de conocimiento.¿Cuantos ingenieros agrónomos Qom hay?
¿No hay punteros entre ellos?

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