Bajo el
título “Un mapa no alcanza para cambiar nuestra realidad”, el Clarín del 12 de
noviembre pasado se despacha contra el ministro de Defensa Agustín Rossi quien,
sostiene la autora de la nota, una geógrafa, presentó (Rossi, no la geógrafa) “un mapa planisferio… que tiene la
particularidad de ubicar a la Argentina en el centro del mundo”.
Antes
de entrar en la curiosa nota, en la que la geógrafa se esmera describiendo con
minuciosidad la llamada proyección Mercator del mundo, otra vez Clarín
demuestra que es un negocio antes que un medio de comunicación, y que lo que
estuvo en juego en estos cuatro años no fue la libertad de expresión sino la
libertad de comercio.
No es tanto que “mienta” como que publica todo bajo el
signo de la sagrada libertad de comercio, y según esta óptica, cualquiera puede
escribir cualquier cosa (esa es la línea editorial) mientras no ponga en duda
las libertades absolutas consagradas en el actual texto constitucional vigente,
heredero del de 1860.
Algún
día desaparecerán los dinosaurios, pero la publicidad de los grupos económicos
concentrados, en forma de avisos o notas pagas, esa, esa no va a desaparecer.
Como
geógrafa, decíamos, la autora reluce describiendo la proyección Mercator, con lo
cual al fin nos desayunamos: es nomás una geógrafa, es decir, no sabe nada de
historia.
Hace
unas cuantas décadas, los autores del pensamiento nacional proponían dibujar el
planisferio como quien lo imagina invertido, o con la Argentina en el centro y
no en ese confín de “abajo”, ampliada o reducida según la proyección de la
Tierra.
Por suerte, conocemos geógrafos (digámoslo con todas las palabras)
menos animales que esta autora de Clarín que desde su estrechez se anima a
criticar la visión del Chivo Rossi, política y no geográfica.
Colocar a
Argentina en el centro del mapa no se refiere a alentar chauvinismos ni
egolatría alguna: es un ejercicio para atreverse a pensar “desde lo nuestro” y
no desde las perspectivas eurocéntricas con que se afirmó nuestra educación
elemental y superior.
Ese
ejercicio incluye preguntarse por qué el “pensamiento” o la razón se generan en
el Norte. Preguntarse, sólo preguntarse.
¿Por
qué estamos allí abajo perdidos en cualquier planisferio, mientras brillan en
el centro Norteamérica y los países de Europa Occidental?
No es
solo una convención geográfica o una concesión al dibujo: es un modo de
pensar-se tributarios materiales y simbólicos de ese centro donde se generó “la
razón”, fuente de la Modernidad.
Y sabemos que antes de Hitler, antes de Durán
Barba, ya un eurocéntrico como Napoleón,
a fines del siglo XVIII y principios del XIX, imponía a palos esa “razón”
en Egipto y en Haití e inauguraba la era de las matanzas industrializadas
aunque fuera con Paulina Bonaparte desnuda en la proa del buque insignia y el
almirante Leclerc, su marido por entonces, dirigiendo las tropas de exterminio
en Haití.
Haití
fue el primer país latinoamericano en reconocer a las Provincias Unidas del Río
de la Plata, y un ignoto rey de una de las islas de la Polinesia, de nombre
Kameaeha o algo así, el primero fuera de América y gracias a los oficios de
Hipólito Bouchard, comandante de la goleta “La Argentina”.
Bouchard fue luego
despojado de todo por el almirante Cochrane y sus restos, los del lord inglés, reposan en la
exclusiva catedral de Westminster, pero esa es otra historia. Que Bachelet sea la próxima presidente
de Chile no debe hacer olvidar la influencia que Cochrane y el imperio británico
tuvieron sobre ese país, en especial sobre la dictadura de Pinochet; ni que
Chile fue donde por primera vez se aplicaron, con el pinochetismo, las
recetas neoliberales de Mont Pelerin y los Chicago boys. Y su influencia continúa.
El
exterminio de estilo francés lo trajo aquí el general Alcides López Aufranc.
Educado en la exclusiva academia militar de Saint Cyr, López Aufranc fue
vicepresidente y luego presidente de Acindar, a la que llegó invitado por José
Alfredo Martínez de Hoz, y jefe del Estado Mayor del Ejército hasta el 24 de
marzo de 1973.
Llegó aquí
tardíamente acaso porque los ingleses hacen culto de la hipocresía. Pero las
tropas británicas y norteamericanas lo adoptaron cuando descubrieron las
maravillas que podían hacerse exterminando a opositores, simpatizantes,
adherentes, amigos y familiares de todos ellos.
Que fue
lo que sucedió aquí, y por eso el ministro Rossi invita a ver la Argentina
desde otro lugar. No, por ejemplo, creyendo que el dólar es la única moneda
viable.
Claro que
un mapa no alcanza para cambiar nuestra realidad. Se necesitan patriotas dispuestos
a hacerlo: los que escriben en Clarín no están entre ellos.
1 comentario:
Ni los de clarín ni los rosqueros del 25 de mayo de 1810.
Patria mal parida, pero mi patria.
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