Dicen que soplar
no es hacer botellas. Y Cristina brindó una pista sobre el sujeto histórico de cambio al final de su discurso del
lunes 13 de junio recordando a Néstor Kirchner. Cuando se le advirtió en 2003 sobre
el exiguo porcentaje electoral obtenido enfrentando a Menem, él respondió con su espontánea
jovialidad: “quedate tranquilo que voy a ir construyendo legitimidad”.
Y cumplió su
palabra.
O para decirlo en
palabras de Marianito Grondona: una misma línea histórica, Rosas, Perón, Néstor
Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
Sabemos, inversamente,
que tipo de democracia pretende congelar el conservadurismo local: es siempre una
democracia restringida, apolítica, formal, “para la gente” como María Eugenia
Vidal o el propio Macri: caras de boludos y boludas que sostienen algo y lo
contrario con minutos de diferencia, capaces incluso de generar compasión en
silla de ruedas simulando dolencias irreversibles y crónicas cuando todos
sabemos que la Michetti puede caminar pero se niega a hacerlo frente a las
cámaras.
Si vos, gente,
estás en todo, no estás en ningún lado.
Tanto falsa
apoliticidad simulan que se animan sin sonrojarse a presentar, como en Santa Fe,
a un candidato homofóbico e impresentable que durante veinte años se dedicó a
hacer comicidad de baja estofa vinculada siempre con las nalgas femeninas y las
emisiones intestinales. El cenit de su actividad actual es saltar como un
chimpancé.
Y tienen, o buscan
en cada provincia, otros candidatos “que no vengan de la política” como si
ésta, la política, fuera detestable cuando ellos la vienen haciendo desde
Bernardino Rivadavia y Bartolomé Mitre.
Seguramente tiene
que ver conque hace ya 25 años que un hegeliano como Francis Fukuyama decretó
“el fin de la historia” y ese tópico se ha incorporado a la ideología dominante
en un proceso global donde las concepciones de las burguesías “nacionales”
europeas aliadas al Imperio pretenden expandirse a todo el globo, por las
buenas o por las malas, negando la existencia de un Otro.
Por eso suele
decirse que el peronismo, como otros populismos, no es comprendido por los
europeos.
Hay que decir, es
cierto, que la aparición de una burguesía nacional en Argentina ha sido el karma del peronismo, aunque algunas
cuestiones nos pueden orientar cuando Perón sostenía que prefería no derramar
sangre: todo en su medida y armoniosamente en reemplazo de revoluciones
cruentas como las que se produjeron en los países centrales.
Porque la
constitución originaria de las Naciones a cuyo frente se pusieron las
respectivas burguesías en Europa, constituyendo esas naciones, produjo mucho
sufrimiento y mucha sangre que los europeos de hoy están muy dispuestos a
olvidar o directamente olvidaron/nunca se enteraron.
Hasta ese momento
(más o menos a principios del siglo XIX) no existía el concepto de nación como
lo conocemos hoy, así como el término “revolución” sólo tenía un significado físico-astronómico.
La imposición del
régimen burgués como sucesor del antiguo régimen nobiliario en Europa significó
no solo numerosas guerras sino también, para los trabajadores hombres y mujeres,
agotadoras jornadas de trabajo de 16 horas diarias con un solo día semanal de
descanso y trabajo infantil generalizado entre otros horrores. En cuanto a
muertes, contemos sólo las que produjeron las dos guerras mundiales del siglo
XX.
Es muy extenso como para relatarlo en unas pocas líneas, pero lo cierto es
que en la primera mitad del siglo XX, los trabajadores europeos comenzaron a
participar de las ganancias extraídas de los países productores de materias primas
como Argentina y lograron la jornada laboral de 8 horas. El poder dominante de
nuestro país, por su parte, era un socio participante de ese proceso gracias a
la renta agraria diferencial que obtenían (ventaja comparativa). Fueron los
“populismos” como el peronismo o el kirchnerismo los que lograron una parcial
apropiación de esa renta para iniciar procesos keynesianos de sustitución de
importaciones y redireccionamiento de la demanda global.
La misma política “keynesiana”
que sirvió a Gran Bretaña y EEUU para salir de la crisis de la Segunda Guerra
Mundial.
Diversos hechos
vienen demostrando que ese supuesto fin de la historia es una tontería impuesta
en todo el mundo occidental como Verdad Revelada y precepto religioso, impuesto
por la paulatina desaparición del espíritu crítico, el disciplinamiento social,
la manipulación mediática y la desmemoria mediante un progresivo apoderamiento
de “la interioridad”, los gustos y los deseos.
Los “fierros”
usados para obtener ese acatamiento fueron en el pasado cúpulas militares
aliadas al poder central que ejercían la represión y el terrorismo estatal.
Hoy
los “fierros” son mediáticos e intentan ejercer el poder por manipulación
social y cultural. No podemos decir que hayan sido derrotados, teniendo en
cuenta que en muchos aspectos también la ideología se genera en los países
centrales y es preciso situarse desde nuestros propios intereses. El fenómeno nuevo es que esa derecha ahora es pretendidamente democrática aunque ideológicamente sólo creen en el voto calificado (a lo sumo).
Por eso, es muy
importante que algunos se dediquen a deconstruir esa manipulación construyendo
más y más democracia real en todos los resquicios de una sociedad y un mundo
que tienen poco que ver con el de 1945, 1955 o 1973.
El Estado actual de
Argentina ha sido construido durante 200 años para servir los intereses de los
sectores dominantes, el granero del mundo, los 5 a 6 metros de tierra fértil de las pampas argentinas.
Como sostuvo recientemente Máximo Kirchner, de espaldas al
pueblo.
Y esa es
precisamente la construcción del sujeto político de cambio. Porque de ninguna
manera la historia se ha terminado. Y estamos, señores, ante la tercera tiranía. ¡Con una mujer como conductora!
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