Quiero continuar esta serie de notas respecto de la
construcción del sujeto histórico de cambio con un comentario marginal. Soy
oyente habitual de un divertido programa que va por la radio Nacional AM 870
todas las tardes. “Todos en cuero”.
En ese espacio se hace una aguda satirización de Eduardo
Aliverti quien, según veo, como periodista de Página 12, escritor y analista político
tiene una excelente voz de barítono
Ayer hice una pregunta por teléfono y me dejó perplejo la
unanimidad con que el conductor y el comentarista político respondieron con un
NO rotundo, derivado –creo yo- del desconocimiento histórico de los tiempos de
Perón y lo que le siguió, desconocimiento que ya había escuchado anteriormente:
sin ir más lejos, cuando se recordaron los 60 años el vil bombardeo gorila a
Plaza de Mayo por parte de aviones de la marina y la aeronáutica.
Mi pregunta, que era también una toma de posición fue la siguiente:
“¿Ustedes creen que así como solía decirse que el movimiento obrero organizado
era o fue la columna vertebral del peronismo, puede decirse que el peronismo es
hoy la columna vertebral del kirchnerismo?”.
La respuesta se fundó en la variedad de aliados que
confluyen en este gobierno a diferencia del peronismo.
Quienes creen que el
movimiento obrero era un bloque en los años 50, se equivoca. La prueba es lo
que sucedió después, durante la llamada Resistencia Peronista, no obstante lo
cual Perón insistía en su definición
estratégica. Algunos gremios colaboraron con la Revolución Fusiladora,
otros se mantuvieron en una posición neutral, y fueron muy pocos los que se
enfrentaron. Antes bien, debería decirse que ninguno se opuso orgánicamente con
los gobiernos proscriptivos que siguieron a la caída de Perón, según la propia naturaleza
del sindicalismo.
De algunos surgieron militantes aislados que actuaron más o
menos anárquicamente oponiéndose a la proscripción y la paulatina desaparición
de las conquistas sociales, cuando no de la represión estatal.
Hubo incluso un grupo de gremios stalinistas que conformó el
MUCS antiperonista.
La respuesta negativa de Jorge Halperin y Carlos Barragán a
mi interrogante fue sonora y rotunda. El kirchnerismo es mucho más que el
peronismo, dijeron.
Extraño, porque nuestra presidenta se define como peronista (lo es),
y amplios sectores medios se le oponen. Como a Perón, por razones similares y
diferentes. Ayer eran los cabecitas negras, hoy los “consumidores de impuestos”.
Las decisiones políticas son respuesta a sociedades diferentes: en gran medida,
la realidad que deben afrontar los Kirchner es mucho más compleja porque la
sociedad está más fragmentada, el mundo ya no es bipolar, los “fierros” son la
manipulación mediática y se han acabado los llamados “grandes relatos”.
Sin embargo, al día siguiente, la decisión de Cristina de
señalar la fórmula Scioli-Zannini vino a darme la razón elípticamente.
Se estaba presentando a Florencio Randazzo como una especie
de Néstor resucitado, un representante genuino de la militancia que en los ’70 había
abandonado la Plaza de Mayo luego de que un Perón enojadísimo los llamara “imberbes”
etc. Un hecho –éste- que puedo asociar con la reacción dolida –y potencialmente
mortal- de Néstor Kirchner ante el asesinato de Mariano Ferreyra por parte de
una patota sindical.
No me retiré de la Plaza ese día aciago. De inmediato, Montoneros tomó algunas decisiones equivocadísimas: pasó a la clandestinidad, comenzó a atacar duramente a José Ber Gelbard, ministro de Economía designado expresamente por el propio Perón e inició el período de las contraofensivas donde sus militantes caían como moscas mientras la conducción, disfrazada de soldaditos, marchaba victoriosa por Nicaragua. En esa época, Firmenich filmaba ese bodrio titulado “Venceremos”, dirigido por el Tata Cedrón, donde se autodefinía como la vanguardia del movimiento peronista enfrentado a la dictadura. Sabemos bien que fue Saúl Ubaldini el que, tras la consigna de “Paz, Pan y Trabajo” movilizó por primera vez al peronismo. Los cerveceros debían mucho a Perón: en 1950 el peronismo había disuelto el grupo Bemberg, dueño de todas las cervecerías del país, y en 1953 se lo entregó al sindicato, hecho que fue inmediatamente dejado sin efecto por Aramburu.
Quizás Firmenich no se había enterado por un error de
origen: la lucha peronista no se había iniciado con el ajusticiamiento de
Aramburu sino inmediatamente después de la caída de Perón en 1955.
Perón, estimo, desconfiaba de los verdaderos fines y
orígenes de la organización Montoneros. Esa opinión me la trasmitieron
compañeros de la juventud que lo entrevistaron en dos o tres oportunidades. De
todos modos, y a pesar de su salud quebrantada y sus 81 años, el Líder mantuvo a
raya como pudo a los asesinos de la triple A, demonios que quedaron liberados
tras su muerte. Hablé en varias oportunidades con un oficial Segura que había
descubierto fuera de tiempo y casualmente las reuniones de los integrantes de
las AAA, por lo cual fue asesinado presuntamente luego de que no se abriera su
paracaídas sobre el Lago San Roque en Córdoba.
Digo y repito que a pesar de las numerosas víctimas que dejó
la represión ilegal, Perón, y no Montoneros, fue en su época el sujeto
histórico de cambio. Había construido su legitimidad desde las conquistas sociales
de 1945 y sus dieciocho años de exilio. En 1973 proponía alcanzar la justicia
social, la independencia económica, la soberanía política, la defensa del medio
ambiente, contruir una cultura nacional, una mirada situada nacional en el ámbito univeritario y la reconstrucción de la Patria Grande bolivariana.
De paso, no es cierto que Evita produjera el 17 de octubre
de 1945. Como Galasso, considero que “el evitismo es la forma superior del gorilismo”.
Hoy ese sujeto de cambio social es Cristina –y ayer Néstor-
comenzando un nuevo ciclo de creciente democracia real.
Creo que contra toda
opinión políticamente correcta, fueron los errores tremendos de la cúpula de
Montoneros los responsables de la instauración del Estado terrorista y los 30
mil desaparecidos. Nosotros, los que
coreábamos por la patria socialista, despreciábamos datos de la realidad tales
como: Nixon había abandonado la convertibilidad del dólar (16 por onza de oro);
Salvador Allende caería a sangre y fuego, inaugurando Pinochet la primera
dictadura de los Chicago Boys en el mundo; Argentina quedará rápidamente rodeada
por dictaduras de derecha en América: Banzer, Pinochet, Garrastazú Medici,
Morales Bermúdez, Stroessner, etc.; inundarán todo el mundo los petrodólares y
los préstamos baratos; el barril de petróleo pasará de 3 a 10 dólares.
En una historia contrafáctica, el triunfo de la “patria
socialista” por la que luchábamos hubiera provocado 60 a 100 mil muertos,
porque ¿qué socialismo en sus varias versiones hubiera triunfado? Ya sabemos lo
que sucedió con la Guerra Civil Española, y a costa de qué. Y lo que ocurrió con
el stalinismo, en las luchas internas en la ex-Checoslovaquia y la
ex-Yugoslavia, en Hungría, en Polonia, en Rumania, en Egipto.
De modo que: sigamos apoyando a la tercera tiranía, el
sujeto histórico de cambio en Argentina. Y pongamos el ojo sobre la utilización y propiedad de los bienes simbólicos y materiales de nuestro país.
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