...todos presenciamos, sorprendidos como espectadores de un film de los Monty Pyton, la absurda cinchada entre el gobierno nacional y los diputados y senadores de las provincias con el gobierno y la mayoría de los legisladores de la capital federal o ciudad autónoma o lo que finalmente sea, sobre el "traspaso" de una concesión de subterráneos sin que ni unos ni otros se cuestionen por un instante qué clase de concesionario es aquél que, en vez de pagar, cobra por usar bienes que no le pertenecen y se beneficia de obras de ampliación y renovación de equipos que no paga él, sino los dueños, que tampoco se sabe quiénes son: el jefe de gobierno y sus legisladores porteños dicen que la dueña es la nación, los legisladores opositores en la ciudad autónoma (a la que no es necesario identificar, porque desde las antiguas Atenas, Tebas y Siracusa, debe ser la única ciudad autónoma existente) dicen que pertenecen a los porteños.
El toque más refinadamente absurdo en esta comedia surrealista la dan senadores y legisladores de las provincias, que luego de sesudas exposiciones históricas concluyen en que todo lo que hay en la ciudad autónoma es de los porteños... olvidándose de que la ciudad de Buenos Aires es federal, vale decir, de todos los argentinos, no de los porteños ni ya de los bonaerenses, conquista provinciana que demandó 70 años de guerra civil y costó miles de vidas.
Ninguno de los tres senadores bonaerenses recordó que la ciudad de Buenos Aires o es federal o debe volver a la provincia de Buenos Aires, su propietaria original, que la cedió únicamente para asiento y dominio directo del titular o titulara del Poder Ejecutivo Nacional...
Así, mientras (Macri) organiza una carrera de Turismo de Carretera (que ahora se llama Turismo Competición y que debiera llamarse Turismo Callejero) por el microcentro porteño, el jefe de gobierno recuerda que alguna vez corrieron en las calles de la ciudad Juan Manuel Fangio, Froilán González y Juan Gálvez.
En efecto, Fangio y Froilán González habían participado de la primera prueba de Fórmula 1 realizada en el país, que se corrió en los bosques de Palermo... tras lo cual visitaron al presidente Perón para explicarle que no debían hacerse carreras en las calles de la ciudad y que era necesario construir un autódromo. Bautizado, con originalidad peronista, "17 de octubre", más tarde pasó a denominarse "Autódromo Municipal Juan y Oscar Gálvez".
Tal vez el término "municipal" desconcierte al jefe de gobierno, ignorante de que es un intendente y que tiene todo un autódromo para correr carreras, aunque cabe la posibilidad de que no sólo no quiera el subte y los colectivos sino que tampoco quiera el autódromo. Extrañamente, al mismo tiempo quiere todo, todo, todo, incluido el puerto. Le falta pedir la aduana y cartón lleno, pues en onda Mitre, Pastor Obligado y Valentín Alsina se niega a cumplir una ley votada por ambas cámaras del congreso nacional, lo que equivale a decir que la ciudad de Buenos Aires ha dejado de ser autónoma para ser... independiente.
En efecto, Fangio y Froilán González habían participado de la primera prueba de Fórmula 1 realizada en el país, que se corrió en los bosques de Palermo... tras lo cual visitaron al presidente Perón para explicarle que no debían hacerse carreras en las calles de la ciudad y que era necesario construir un autódromo. Bautizado, con originalidad peronista, "17 de octubre", más tarde pasó a denominarse "Autódromo Municipal Juan y Oscar Gálvez".
Tal vez el término "municipal" desconcierte al jefe de gobierno, ignorante de que es un intendente y que tiene todo un autódromo para correr carreras, aunque cabe la posibilidad de que no sólo no quiera el subte y los colectivos sino que tampoco quiera el autódromo. Extrañamente, al mismo tiempo quiere todo, todo, todo, incluido el puerto. Le falta pedir la aduana y cartón lleno, pues en onda Mitre, Pastor Obligado y Valentín Alsina se niega a cumplir una ley votada por ambas cámaras del congreso nacional, lo que equivale a decir que la ciudad de Buenos Aires ha dejado de ser autónoma para ser... independiente.
Por eso, muy a propósito el relato que sigue, de muy recomendable lectura, del fallecido compañero Luis Salinas:
A las 12 de la noche del 13 de febrero del 2010,
Buenos Aires se desgajó. Se habían visto grandes
grietas en la Avenida General Paz desde muchos
días antes -meses -pero como se acababa de
inaugurar una nueva autopista de circunvalación de
la ciudad , se las llenó con asfalto, para ir
tirando. Años más tarde, historiadores y
antropólogos, ingenieros y urbanistas debatieron
largamente las razones de la división entre Buenos
Aires y los que hasta entonces habían sido su país
y su continente, y se elaboraron distintas
teorías. La más convincente la propuso un
ingeniero. Pasando por arriba de complicados
cálculos de fatiga de materiales contra pesos
específicos, la gente la conoció como Teoría del
Troquelado. Al parecer, las perforaciones de los
pilotes de las autopistas elevadas y la trama
cruzada de los subterráneos habían sido demasiado
para el subsuelo. Esa fragilidad se habría
combinado luego con una marea especialmente alta
del Río de la Plata y Buenos Aires se desprendió
como una figurita, por la línea de puntos.
Lo cierto es que sin demasiados ruidos ni
temblores, la ciudad comenzó a flotar, avanzando
hacia el sudeste a una velocidad de dos o tres
nudos y girando lentamente sobre sí misma. La
lógica dice que debió haber víctimas, pero nunca
se precisaron. Faltaban y sobraban personas, por
supuesto, pero todo el mundo, a un lado y otro de
las costas de la General Paz y el Riachuelo supuso
que habían quedado enfrente. Las comunicaciones
entre Buenos Aires y Nueva Buenos Aires -el enorme
anillo del conurbano que quedó alrededor de la
Bahía de Buenos Aires, perdón por la redundancia
-tardaron años en restablecerse, y las relaciones
diplomáticas mucho más.
La ruptura no fue un imponente espectáculo de la
naturaleza sino algo bastante desagradable. La
ciudad fue dejando tras de sí, en la cañada cada
vez mayor que la separaba de la otra orilla, un
rastro negro de grasa y petróleo. Hubo un corte
general e inmediato de luz, al romperse las redes
de alta tensión; duró cuatro días completos. Para
cuando se logró restablecer cierto caudal de
energía, Buenos Aires estaba muchas millas aguas
abajo, atravesando el límite entre el río ancho y
el mar abierto, pero desde el amanecer del primer
día las personas que fueron juntándose en las
costas pudieron seguir la subida gradual del color
del agua por la escala del marrón rojizo al verde,
y ver como el río color de león se llenaba de
blanca espuma salada. El movimiento de giro a
favor de las agujas del reloj, que después se
calculó en una revolución promedio cada 32 horas,
pero que no era regular sino que parecía depender
de viento, oleaje y corrientes, tuvo influencia en
el comportamiento inmediato de los porteños, todos
cautivados por una vaga euforia. La suave brisa de
olor cambiante acentuaba la sensación de alegría y
futuro. A contramano de la catástrofe.
Durante muchos meses de deriva, los ciudadanos
flotantes se ocuparon poco y nada de saber que
había sido de su país. A esa especie de suave
borrachera -aún sin estar en la orilla, el giro
hacía que el sol cambiara de ángulo en redondo a
lo largo del día y las luces y sombras destacaban
y apagaban volúmenes; en los ámbitos cerrados se
percibía una leve sensación centrífuga, más neta
en las orillas y suave en el centro -se agregó el
que hubo que ocuparse con urgencia de cosas
prácticas. Casi todo el mundo dejó empleos que
habían perdido momentánea o definitivamente su
sentido y participó de los trabajos de reparación
de cables y cañerías de agua, lo imprescindible
para la supervivencia inmediata. También de
consolidar las orillas y el fondo, porque la
ciudad no era una isla sino algo así como una
embarcación enorme, de unos veinte o treinta
metros de calado y durante los primeros meses se
temió (nunca se supo si con fundamento) que
terminara por desmigajarse. Al Gobierno de la
Ciudad se le ocurrió un idea simple que funcionó;
llenó lo que habían sido las líneas más profundas
de subtérraneo -rotas en el suelo y en contacto
con el agua, como canaletas al revés -con
larguísimos tubos de tela de avión y los mantuvo
inflados con compresores de aire, como a los
muñecos de los peloteros. Mientras se mantuvieran
los corredores inflados, se podría seguir flotando
sin riesgo, no importaba por cuanto tiempo. Los
sistemas mínimos de energía y agua se repararon
mucho antes de que el nuevo uso de los
subterráneos estuviera concluido, aprovechando el
movimiento de rotación para instalar dínamos en
las orillas y llenando al máximo todos los
depósitos posibles de agua del río para purificar;
no sólo los de Obras Sanitarias sino dársenas,
diques y lagos artificiales, como solución
provisoria. Aunque todos participaron de la
urgencia, pocos sabían a fondo como funcionaban
los sistemas, pero la relativa facilidad con que
se solucionaron los problemas inmediatos dotó a
los porteños de una confianza en sí mismos mucho
mayor que la que ya les había dado la naturaleza
sin razón aparente. Muchas personas simples
creyeron siempre que el Gobierno de la Ciudad
había inventado un prodigioso motor, y que ése y
los gobiernos sucesivos controlaban de algún modo
no demasiado preciso la navegación. A través del
suelo se podía palpitar la vibración de la
estructura flotando. Nunca pudo probarse esta idea
en la historia independiente y marinera de Buenos
Aires, pero fue durante y después de ella el eje
de muchas disputas políticas. Lo cierto es que a
nadie, ni en el gobierno ni en el llano, se le
ocurrió dirigir las obras hacia el objetivo de que
la ciudad retornra a su lugar en el mundo y se
quedara en él. Quizás no hubiera sido más
trabajoso que el conseguir que siguiera navegando.
Todas las luces de la ciudad se encendieron al
mismo tiempo, en la cuarta medianoche desde la de
la separación de tierra firme. En las playas de
Montevideo las parejas que miraban el ríomar a esa
hora exacta, quedaron maravilladas. Una joya
increíble llenó de golpe la mitad de la línea de
horizonte. Era tan basta que generó algo de sombra
sobre las playas, como la luz de la luna. Los
montevideanos tardaron una hora larga en darse
cuenta de que la línea de luz se movía. Buenos
Aires tardó dos días completos en pasar, y sus
millones de cristales eran tan refulgentes a la
luz del sol como sus luces artificiales durante la
noche. Recién cuando de una mitad del horizonte
había pasado a la otra, las sirenas de los barcos
de los dos puertos, el que se quedaba y el que se
iba, rompieron a bramar y sus despedidas graves
retumbaron entre el agua y el cielo por horas.
3 comentarios:
MACRI ES UNA BASURA A LA ALTURA DE UN MENEM O MAS, ESTA MOSTRANDO EN LA CIUDAD COMO SE GOBIERNA PARA POCOS Y DANDOLE A LOS TILINGOS DE SIEMPRE UN CANDIDATO A SU MEDIDA, ESTO ES PARA MOSTRAR UNA FORMA DE GESTION GARCA ,SOLO ESO.
Es que "El Niño" apuesta al derrumbe de algún que otro edificio histórico... tal vez pueda vender el terreno... hacer un flor de edificio...
Yo quiero la reposicion de las limitaciones fihjadas por la ley Cafiero . Me gusta que la CSJN no intervenga ya que no hay conflicto entre el estado nacional y un estado provincial , supongo que habra que recorrer los intrincados laberintos judiciales para que en agun momento se transfieran los subtes o no . Pero si para unas pericias de un accidentes se demoren meses , para esto seran años ? Es raro de verdad que ela PBA no reclame a la nacion la devolucion de sus tierras . Se que por eso el BAPRO no paga impuestos en la Capital federal , pero el sistema actual para mi es un engendro , estaba bien que se pueda votar al intendente y que se ocupe de las menudencias , en ese aspecto no veo que el intendente de la capital sea mas importante que el intendente de la matanza , no me gusta que se transfieran ni policia ni justicia , menos registros de propiedades
Publicar un comentario