sábado, 13 de agosto de 2011
miércoles, 10 de agosto de 2011
La hormiguita-ocaña
Por Horacio Verbitsky
Algunas afirmaciones de la presidente en el libro La Presidenta han dado lugar a réplicas, sobre las que puedo hablar con conocimiento de causa. Conocí a Graciela Ocaña cuando la joven diputada analizaba formas transparentes de financiación de los partidos políticos junto con Juan Manuel Abal Medina (h), Nilda Garré y el licenciado Carlos Alvarez; la vi con frecuencia cuando colaboraba con Elisa Carrió en la investigación sobre lavado de dinero y seguí con interés cómo cumplió la ímproba tarea de adecentar el PAMI que le encomendó Néstor Kirchner. Por eso me resulta incomprensible que pueda integrar el armado político de Francisco de Narváez. El rol de honesta en las peores compañías tapa de fango sus mejores aristas. La línea ascendente, del peronismo de San Justo al primer Frepaso, al primer ARI y al kirchnerismo se quiebra en forma abrupta. En pocas palabras: de investigadora de Gaith Pharaon a correligionaria de González Fraga, su vida política se convierte en una letra de tango. ¿Acaso ignora la contadora Ocaña que todos los bienes del candidato del Peornismo Opositor están inhibidos por la Justicia, hasta cubrir 87,3 millones de pesos, porque no pudo justificar ante la AFIP un incremento patrimonial del 900 por ciento con fondos provenientes de misteriosos fideicomisos? Del mismo modo, es asombroso que Ricardo Alfonsín, cuya ética republicana tiene un límite en Raúl Zaffaroni, se muestre sonriente del bracete con “Francisco” y llegue a decirle “Creo en vos”. Pero, sobre todo, es impactante la visita de Ocaña a la redacción del diario Clarín. Con sus rulos reprimidos de un planchazo y la expresión ausente de quien es víctima de un secuestro, narró allí un supuesto diálogo con Cristina, en marzo de 2009, cuando la presidente habría intercedido por el sindicalista bancario Juan Zanola. Como una niña pudorosa, Ocaña explica que dejó pasar dos años y medio para contarlo porque le daba vergüenza. Qué curiosa protección habrá sido esa, clamó la hija de Zanola, que sus padres llevan ya dos años presos, a disposición de un juez al que, sin embargo, se considera sensible a la voluntad oficial. Aparte de este hecho indesmentible, un recuerdo personal: Ocaña me contó que fue Alberto Fernández y no Cristina quien se opuso a que denunciara al superintendente de Servicios de Salud y recaudador de campaña Héctor Capaccioli.
On y off
Alberto respondió por una doble vía a las pocas frases que Cristina le dedicó. En un artículo con su firma se deshizo en elogios a Kirchner y lo contrastó con CFK, a quien denigró como nunca nadie. Pero en declaraciones off the record a los columnistas políticos de Clarín y de La Nación fue impiadoso con el ex presidente. Según Fernández, la mañana del 17 de julio de 2008, luego del voto del Senado contra la resolución 125, Kirchner instó a su esposa a dejar la presidencia, y fue el jefe de Gabinete quien le hizo cambiar de idea. El mediodía de aquel jueves, mientras almorzaba con Nilda Garré, recibí un llamado de Alberto Fernández. Me dijo algo parecido a lo que cuenta ahora y me pidió que tratara de disuadir a Cristina para que no hiciera esa locura. Hice el llamado y dejé el mensaje. Recibí la respuesta el sábado 19. Impresionado por el relato de Alberto, le transmití a Cristina el mismo mensaje de solidaridad y aliento que consta en mis columnas y en mis actividades públicas de aquella época, como la movilización callejera a la Plaza del Congreso. También ella me dijo algo similar a lo que cuenta ahora: que nunca pensó en renunciar, que se sentía con fuerza para capear todos los temporales e ir más allá de lo que pudiera preverse, que sabía quién era quién y que no la harían claudicar. Su tono era triste, severo y decidido. Pocos días después, Fernández le anticipó a la edición electrónica de Clarín la renuncia a la Jefatura de Gabinete que aún no conocían Cristina y Néstor. “Si no hacía eso, lo hubieran presentado como que me echaron, igual que a Javier de Urquiza”, se justificó ante mi extrañeza por su procedimiento tan desconsiderado con la presidente, que pasaba por su peor momento. Mucho después, cuando le pregunté a Cristina por qué había designado para sucederlo a Sergio Massa, me contestó que ante la maniobra de Fernández no tuvo tiempo de pensarlo dos veces. No me convenció, pero entiendo la urgencia con que a veces debe actuar un liderazgo político.
El tiro del final
Releo ahora mi columna del domingo 20 de julio de 2008: “El tema de discusión al día siguiente de la derrota en el Senado fue si es posible gobernar la Argentina cuando se ha perdido la mayoría en el Congreso y se afilan las hachas de la guerra para cobrar las audacias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en muy diversos campos. Un argumento postuló que de ahora en más sólo sería posible seguir acumulando derrotas o resignarse al rol de facilitador institucional de los intereses económicos más poderosos, y que mejor sería apurar el desenlace para ahorrarse esas opciones vergonzosas. Ya nada será igual, se regocijan las cámaras patronales, los políticos de la oposición y los medios que los acompañan como la sombra al cuerpo. El argumento opuesto replica que, como le pasó a Lula en Brasil, sólo se ha perdido una votación, por un margen muy estrecho. Ni la legitimidad institucional ni la fortaleza política del gobierno habrían sido afectadas. A este razonamiento se suman otros, de ética y de conveniencia: abandonar el gobierno y la presidencia partidaria desencadenaría una crisis institucional muy negativa para el país y desampararía a las personas y los sectores que, dentro y fuera del PJ, se jugaron por el proyecto kirchnerista. Además, si la derecha se hiciera cargo del gobierno recibiría una sólida situación económica y favorables condiciones internacionales. Esto le permitiría capitalizar los logros de la gestión actual, controlar la inflación con un típico ajuste del neoliberalismo sobre los más débiles y cargar en la cuenta de Kirchner y CFK los problemas que subsistieran”. Me parece que este texto contemporáneo de los hechos resuelve la contradicción entre los dos relatos. Allí donde no hay documentos, la historia se reconstruye a partir de las versiones contrapuestas de los protagonistas. Si en la conmoción de aquellas horas tremendas es normal que se hayan analizado distintas hipótesis, con dramatismo pero también con racionalidad, no es verosímil que haya sido Alberto quien recondujera a Cristina del desmayo al combate. La peripecia posterior de cada uno disipa cualquier duda. Mientras Alberto nutrió las fantasías de Scioli, Urtubey, Clarín, Techint y Gerardo Martínez sobre un poskirchnerismo antes de tiempo, Cristina ha recorrido con voluntad inflexible el curso de acción que me anticipó aquel sábado 19 y que ha puesto al país al reparo de las tempestades que llegan del Norte. La furia insultante de Alberto se desató por la referencia de Cristina a su vínculo con Clarín. Pero no hacía falta que lo dijera la presidente, porque lo saben hasta los dos jueces de la Corte Suprema a quienes el ex ministro abruma con sus alegatos informales a favor del Grupo en las causas pendientes. Estas descargas de Alberto y Graciela suenan a intentos de última hora por impedir lo inexorable, cuando se abran las urnas, este domingo.
sábado, 6 de agosto de 2011
El secreto del presidente Piñera para lograr una educación de excelencia
Las encuestas dicen que la popularidad de Sebastián Piñera ha caído estrepitosamente, pero no es que ahora interesen más que cuando era el más popular de los candidatos según las encuestas.
Ganó, y ganó como aquí han ganado Macri o Del Sel. La antipólítica atrae a "la gente", y no es que ese concepto inasible ("la gente") sea una creación del neoliberalismo. Aquí es muy escuchado en el más rancio progresismo: Aníbal Ibarra dice representar a un sector de esa gente, por ejemplo.
Sebastián Piñera, con su equipo de pinochetistas en el gobierno, cree que la educación es un bien transable, una mercadería. Esa definición fue inaugurada por la Organización Mundial de Comercio (OMC o WTO) dominada por EEUU en la década de los 80. Gracias a la prédica constante de la OMC o WTO, no solo la educación sino también la salud, son considerados universalmente bienes transables. Y se fue un poco más allá: aunque "la gente" lo desconoce, no solo la educación y la salud son considerados bienes transables y no servicios públicos: el propio aire atmosférico ingresó a la categoría de mercancía durante las conferencias internacionales de La Haya y Kioto.
"La gente" que vota a Macri desconoce que existe un mercado de aire puro, y que sus bonos (los bonos verdes) se cotizan.
"La gente" que vota a Macri desconoce que en Chile son muy populares las escuelas boucher o voucher y las escuelas charter, un invento ideado en EEUU para privatizar paulatinamente la educación. Las idea es así: usted es el Estado y financia a las empresas pero no se mete en sus contenidos ni en su organización. Sólo se fija en su eficiencia. ¿Y quiénes son más eficientes? Los que en la carrera salieron antes, los privilegiados sociales. Como consecuencia de ello, en pocos años, unas pocas escuelas (la de los sectores pudientes) tienen educación de excelencia con fondos públicos y muchas otras (las situadas en la base de la pirámide) proveen una educación espantosa.
Pero todos los alumnos y sus familias son deudores al Estado de los fondos que este invirtió, y claro, los sectores altos pueden pagar y los bajos no.
Ese modelo fue publicitado aquí por el señor Narodovsky, actualmente procesado por escuchas telefónicas en la ciudad de Buenos Aires por cuenta y orden de Mauricio Macri. En un futuro post será interesante escribir sobre su ex esposa, la licenciada en comunicación Silvina Gvirtz, hermana del productor de 678, que pasa por especialista en educación. Tiempo al tiempo.
El citado Narodovsky hizo su carrera en Campinhas (Brasil) y luego en la Universidad de Quilmes, donde es recordado por sus correrías pedagógicas tras alumnas jóvenes y agraciadas. De allí pasó a la Universidad Di Tella, que es donde se adiestra a los cuadros del macrismo.
El plan educativo de Sebastián Pïñera consiste en transformar las escuelas en esto:
¡Viva Chile, mierda!
Ganó, y ganó como aquí han ganado Macri o Del Sel. La antipólítica atrae a "la gente", y no es que ese concepto inasible ("la gente") sea una creación del neoliberalismo. Aquí es muy escuchado en el más rancio progresismo: Aníbal Ibarra dice representar a un sector de esa gente, por ejemplo.
Sebastián Piñera, con su equipo de pinochetistas en el gobierno, cree que la educación es un bien transable, una mercadería. Esa definición fue inaugurada por la Organización Mundial de Comercio (OMC o WTO) dominada por EEUU en la década de los 80. Gracias a la prédica constante de la OMC o WTO, no solo la educación sino también la salud, son considerados universalmente bienes transables. Y se fue un poco más allá: aunque "la gente" lo desconoce, no solo la educación y la salud son considerados bienes transables y no servicios públicos: el propio aire atmosférico ingresó a la categoría de mercancía durante las conferencias internacionales de La Haya y Kioto.
"La gente" que vota a Macri desconoce que existe un mercado de aire puro, y que sus bonos (los bonos verdes) se cotizan.
"La gente" que vota a Macri desconoce que en Chile son muy populares las escuelas boucher o voucher y las escuelas charter, un invento ideado en EEUU para privatizar paulatinamente la educación. Las idea es así: usted es el Estado y financia a las empresas pero no se mete en sus contenidos ni en su organización. Sólo se fija en su eficiencia. ¿Y quiénes son más eficientes? Los que en la carrera salieron antes, los privilegiados sociales. Como consecuencia de ello, en pocos años, unas pocas escuelas (la de los sectores pudientes) tienen educación de excelencia con fondos públicos y muchas otras (las situadas en la base de la pirámide) proveen una educación espantosa.
Pero todos los alumnos y sus familias son deudores al Estado de los fondos que este invirtió, y claro, los sectores altos pueden pagar y los bajos no.
Ese modelo fue publicitado aquí por el señor Narodovsky, actualmente procesado por escuchas telefónicas en la ciudad de Buenos Aires por cuenta y orden de Mauricio Macri. En un futuro post será interesante escribir sobre su ex esposa, la licenciada en comunicación Silvina Gvirtz, hermana del productor de 678, que pasa por especialista en educación. Tiempo al tiempo.
El citado Narodovsky hizo su carrera en Campinhas (Brasil) y luego en la Universidad de Quilmes, donde es recordado por sus correrías pedagógicas tras alumnas jóvenes y agraciadas. De allí pasó a la Universidad Di Tella, que es donde se adiestra a los cuadros del macrismo.
El plan educativo de Sebastián Pïñera consiste en transformar las escuelas en esto:
¡Viva Chile, mierda!
viernes, 5 de agosto de 2011
El sentido común dominante
Atacado por una fiaca incurable, pego abajo un texto que escribí hace unos años y que, con ayuda, encontré en los archivos de la Revista Zoom. Me lo pídió el amigo Omar Quiroga para redactar un monólogo que será emitido por radio o televisión. Al releerlo, descubrí que poco y nada ha cambiado desde entonces, y que con alguna actualización (mas la corrección de errores que antes habían pasado desapercibidos) sigue tan vigente como en 2007. EL título original era "El malestar como síntoma". A este, ni siquiera título le hace falta:
Humoristas, anfitrionas de almuerzos televisivos, animadores de bailes del caño, presentadores radiales, políticos profesionales, actrices con domicilio en Miami y taxistas de la ciudad de Buenos Aires –lo que la historiografía liberal denominaría “la parte respetable de la sociedad”– coinciden: ya no se soporta a Cristina.
Y sin embargo, misteriosamente, la Presidenta marcha, lejos, al frente de las encuestas. ¿Será porque es la única certeza o porque así se manipulan mejor los odios irracionales de los sectores medios?
Son comparsa, pero pasan por formadores de opinión. En rigor, la verdadera opinión se define en otros ámbitos: en las redacciones, vasallas de otros negocios que consiguieron con oscuros recursos.
La parte respetable de la sociedad, esos sectores medios, clama por un acto mágico que diluya al kirchnerismo en el aire, pero –grave problema– no aparece un Houdini al que aplaudir con ese entusiasmo frívolo que preanuncia rápidas decepciones: nadie puede creer seriamente que un humorista –cuyo éxito está basado en una grosería inalterable- avance más allá de lo que consiguió electoralmente, menos de lo que parece; ni que un empresario tres veces procesado se convierta en el Berlusconi de un país “emergente”.
No es que esa parte respetable milite una determinada doctrina partidaria, que vaya detrás de alguna patriada o se sienta parte de algún colectivo excepto el del consumo: comparten apenas una mezcolanza de opiniones de corte autoritario, librempresistas, progresistas y retrógradas a la vez, fácilmente rebatibles pero siempre letales, una ensalada de ratis, buchones y tipos de éxito.
Los sectores medios se sintieron primero seducidos y (luego) abandonados por el gobierno, por eso el malestar hoy es el síntoma.
Los sectores medios están atacados por el síndrome del “nunca antes” y –apostando a su eventual sentido común – continúan atrincherados en sus viviendas. "Todo lo malo que en la vida me ha pasado ha sido por salir de casa", dijo Blas Pascal en el siglo XVII. "Mucha gente perdió la costumbre de salir de su casa”, opina Eduardo Anguita respecto de la crisis de comienzos de 2001 en “La clase media. Seducida y abandonada”. Los observados claman: “Las calles han sido ganadas por la delincuencia”.
Hay que reapropiarse de las calles, dicen porque algo del discurso progresista les llega, caóticamente, y luego contratan seguridad privada, recurren al delivery y se conectan con el mundo por internet.
Para el analista Ricardo Rouvier, lo que hace síntoma en la calle es cierta crisis estructural no resuelta del todo.
Para estos sectores se roba como nunca antes; la inseguridad y el delito han llegado a extremos inauditos, y nunca hubo tanto ensañamiento de los chicos delincuentes, nunca. Aunque algunas evidencias perfectamente demostradas señalan que la situación no es tan grave, sin duda, la clase media no escucha, es ciega y sorda y sobre todo, desmemoriada.
Afirma un taxista: “Los Kirchner se han quedado con toda la Patagonia”, no
Richard Gere, Matt Damon, Ted Turner, Luciano Benetton o Douglas Tompkins, sino “los Kirchner”. Que la Presidenta haya decidido enviar al Congreso un proyecto de ley para impedir la extranjerización de la tierra, y que ese proyecto esté congelado por decisión de la oposición que simula clamar por la misma extranjerización de la tierra, se pierde entre tanta información.
Ni siquiera corre el “roban pero hacen” que desculpabilizaba a Menem, el “hacen” de un cómodo e ilusorio dólar barato que se convertiría en una monstruosa e impagable deuda externa que pesará sobre nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos. Nuestros, es decir, también los de ellos.
Escribió Rolando Hanglin en una nota periodística: “El señor González (probablemente una caracterización de el mismo autor) está espantado por los homicidios, asaltos y violaciones que cometen muchachitos de 12, 13 y 14 años. Considera que se les debe dar un castigo igual al de los mayores, ya que sus crímenes son propios de adultos”. Expresiones que se expenden entre estos sectores: códigos eran los de antes, el ladrón era un “señor” ladrón. Los chicos sólo robaban caramelos, en cambio hoy quieren tu vida y abusar de tu hija además de tu celular último modelo y tus zapatillas de marca.
¿Que cambió, entre otras cosas? Que antes, las cárceles de la Nación debían ser “... sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos (art. 18 de la Constitución Nacional)”. Ahora siguen sosteniendo (los taxistas o los candidatos) que deben ser “Grandes, espaciosas, civilizadas”... pero eso es lo de menos. Lo que verdaderamente importa es que sean “seguras, en el sentido que los criminales no puedan escapar hasta que hayan purgado sus condenas, que en delitos graves (asalto con armas, homicidio, violación) deberían ser de por vida”, la vida según Hanglin.
El malestar se ha apoderado de nosotros, o mejor, de ellos: hay malestar estomacal, por estos días, por exceso informático e informativo, por esas agotadoras doce horas de trabajo, por cortes de calles y avenidas que entorpecen el tránsito, porque la ropa de temporada está cara, por la inflación, por la lucha contra el tabaco... El malestar –“desazón, incomodidad indefinible”, según lo define la Real Academia– se ha apropiado de las campañas mediáticas. La exposición diaria a la televisión en la que se machaca decenas de veces sobre el malestar y los malestares, genera al cabo de una jornada un auténtico fastidio, impreciso, como las neurosis y angustias de los adolescentes, esos monstruos difusos, ambiguos y oceánicos, aunque no hayan oído jamás de las disputas entre Thénon, Blejer y Politzer.
Esta parte “respetable de la sociedad” sufre melancolía crónica y lo expresa dramatizando el síntoma. Buenos Aires parece Beirut en lo peor de la guerra.
Escuchan sirenas imaginarias, imaginarios enfrentamientos entre bandos, a balazos, pero son reales el tránsito caótico y los excluidos guarecidos bajo las autopistas y se concluye: “Macri no puede porque el gobierno nacional no lo deja”.
No se trata de un cierto “Malestar de la cultura”, no pretendamos tanto. Hay nostalgia por un orden fantasmático donde todo estaba en su lugar y existía una autoridad y una fuerza, no la del Yedi que eso sería otro cantar, sino la de la violencia estatal ilegal, actualmente la UCEP.
Para el filántropo colombiano, el policía debe volver a ser ese tal “amigazo”. Que se lo digan a los padres de Ariel Domínguez, asesinado de un certero disparo en la cabeza cuando cruzaba la avenida Paseo Colón.
Y nuevamente Hanglin, uno de esos constructores del sentido común dominante, comparando al fraile Aldao y al general Roca con el comisario Meneses, con el Malevo Ferreira y con el condenado Patti. Olvida mencionar en su recorrida de Billiken sobre la historia nacional al austriaco y napoleónico coronel Rauch, quien se dedicaba a degollar ranqueles en Sierra de La Ventana (sobre todo mujeres y niños, para matar el mal de raíz) hasta que fue desollado por el cacique Arbolito en Las Vizcacheras. El hippie añoso exige: “Un Policía de mano dura”, con mayúscula, en otras palabras, la vuelta de los Rauch.
Escribe Hanglin, uno de los tantos constructores del sentido común dominante: “el derecho de huelga no debería existir para los gremios de estricto servicio público, como los docentes, los transportistas, los médicos, los policías, enfermeras”. Terminemos con los reclamos sociales de una vez, los movimientos sociales son la nueva forma de la guerrilla subversiva. El hippie viejo opina: “Cuando ve que el Estado se propone urbanizar las miserables barriadas, otorgando a cada ocupante el título de propiedad de una casa que no compró, siente el gusto de la bilis en la garganta. Todo vale. Todo cuesta. Todo se paga. ¿Cómo puede haber propietarios que no compraron lo suyo? Al señor González le parece injusto: piensa que equivale a alentar la usurpación, masiva y por la fuerza, de casas y tierras”. Letra para Macri, para el “parque” Indoamericano.
El malestar es palpable porque los sectores medios no están de acuerdo con el planteo distributivo de este gobierno, un gobierno que en los primeros tiempos de 2003 los mimó bastante, lo que lleva a preguntarnos una vez más lo difícil que es consolidar consensos con gente que no está dispuesta a ello, o que mas bien pretende que quienes carecen de mayorías electorales impongan sus propios intereses al resto. Es claro que no se puede conformar a todos en aras del mal denominado bien común porque la unificación de intereses no existe ni conformar a todos se puede.
El irremediable equívoco del bien común, una construcción de la Iglesia medieval que cierto hegelianismo reivindica, se cuela por derecha pero también por izquierda. Para hacer una tortilla, se deben romper unos cuantos huevos. Existe todavía cierta izquierda para la cual la receta es invariable, estemos en Moscú, en Aldo Bonzi o en Alfa de Centauro: “Palacios (Alfredo) fue el autor de las leyes sociales”. ¡Pero cómo no! La “caracterización del peronismo” fue una de las causas, no la única, de la eterna fragmentación cariocinética de la izquierda local, y eso tuvo influencia en la constitución de la ideología de los sectores medios. Como las distintas “interpretaciones” de origen marxista, habilitaba distintas cosmogonías; al bajar a lo particular, ésto denominado Argentina, las visiones terminaban siendo irreconciliables por razones ajenas a su génesis.
En la visión más clásica y caritativa, el “error” de Perón y el peronismo habría consistido en hacer de todo trabajador un individuo de clase media con acceso a la vivienda propia, auto, salud, cultura, educación, etc., algo que se alejaba poco y nada de la utopía fordista. Se concluía –siempre en esa visión benigna, porque había peores– que eso convertía a los peronistas en reformistas irremediables, alejándolos de la Palabra Revelada, el materialismo histórico, la conciencia proletaria. El peronismo no llegaba a clasificar siquiera como menchevique, pero en el propio bando, el de ellos, se daba por hecho que la Unión Soviética construía el socialismo cuando no solo no tenia proletariado industrial: hasta de burguesía nacional carecía.
Para algunos el peronismo fue fascista, para otros reformista, o bonapartista, y para muchos, algo incomprensible, una especie de dictadura caribeña al estilo “Bananas” de Woody Allen. Pero lo cierto hoy en día es que la vida política argentina, en términos de poder, es nada más y nada menos que una lucha interna al peronismo por su propio sentido, ser fiel o renegar de su razón histórica.
Los sectores medios, la parte principal de la sociedad, comparten el “sentido común” y la ideología de los sectores dominantes pero no se identifican entre sí por homogeneidad de ingresos sino por una determinada mirada sobre sí mismos, donde “los sectores más bajos de la escala social, que son ahora internalizados como los de afuera”, no merecen ser atendidos en el hospital público porteño.
No es la primera vez que los sectores medios están cruzados por tal mezcla de nostalgia, angustia y malestar.
Historiando el tango, Blas Matamoro percibe algo parecido en los inmigrantes derrotados por el sueño perdido de hacer la América. El “Viejo Ciego”, de Piana y Castillo, está “lleno de pena, lleno de esplín”, y a su muerte, “los curdas jubilados, sin falsos sentimientos, con una canzoneta (le) harán el funeral”. Pero aquello, las letras de Cátulo y el decarismo, era un malestar expresado en lo estético, sin estas consecuencias.
El actual se refiere a la pertenencia al Primer Mundo no solo en términos simbólicos (que eso ya lo tienen) sino sobre todo materiales, tras la fugaz fantasía menemista de una Argentina a imagen y semejanza del Centro que no existe, en realidad el memento mori de una burguesía nacional que tampoco existe.
Los sectores medios quizás adviertan estar viviendo el duelo, pero pretenden tomar la copa hasta la última gota, aunque con ello se nos vaya el país.
jueves, 4 de agosto de 2011
La cuestión de la seguridad en la comuna 5, ciudad de Buenos Aires
El Ministerio de Seguridad lanzó el Plan Nacional de Participación Comunitaria en Seguridad que consiste, entre otras acciones, en la creación de foros barriales que actuarán como mediadores entre los vecinos y el Estado, aptos para detectar picos de inseguridad y zonas o situaciones de inseguridad, relación con las fuerzas policiales, etc.
El problema de la inseguridad puede ser abordado con los mismos parámetros de la campaña electoral y está relacionado con una eventual incomprensión del ciudadano respecto de las medidas de gobierno nacional. El Frente para la Victoria toma como bandera la defensa del hospital público, pero resulta que la mayoría de los ciudadanos de la capital federal no los usa, o lo usa sólo en emergencias, o no lo pisa porque "está lleno de gente del GBA". Ya en la propia dictadura, Cacciatore intentó impedir que vecinos del área metropolitana se atendieran en hospitales de la ciudad y Macri, aunque lo encubre con bellas palabras, se propone lo mismo, obstaculizando al máximo el libre acceso de esos vecinos a los hospitales públicos.
Todas las estadísticas señalan que Argentina no es un país más inseguro que otros similares (por ejemplo, no nos podríamos comparar con Uganda) e incluso es mucho más seguro del que es considerado modélico, los Estados Unidos. Pero es inútil repetirlo, porque unos minutos de exposición a la televisión dan cuenta de una sensación insoportable de inseguridad que haría de Buenos Aires una ciudad a merced de la delincuencia, como un bombardeado Beirut sudamericano.
No vamos a extendernos sobre la multicausalidad de la inseguridad, sino a cómo se implementa ese Plan de Participación Ciudadana en un caso específico, y cómo incide en él la distancia que suele haber entre el militante y las agrupaciones políticas, por un lado, respecto del ciudadano común por otro.
Sè de la existencia de dos iniciativas distintas en materia de inseguridad en la comuna 5: la primera que largó ya funciona. ¿Pero cómo funciona? La iniciativa arrancó con una charla impecable de la doctora Arriola y con la presencia mayoritaria de militantes barriales y algunos vecinos. Como esa iniciativa coincidió con la campaña electoral, se la consideró como parte de esta, es decir como una iniciativa del gobierno nacional, o lo que es lo mismo, del Frente para la Victoria que entonces confrontaba con Macri. Cuando todavía los militantes, que son quienes deben impulsar este tipo de acciones, no tenía en claro cómo funcionaría el foro, los vecinos presentes relataron determinadas experiencias de inseguridad donde, no casualmente, los victimarios eran siempre morochos, quizás bolivianos o peruanos, y pertenencientes a las capas bajas de la sociedad. El aluvión zoológico, como quien diría.
En ese orden, el foro de seguridad puede convertirse en una eficiente herramienta del macrismo para cuestionar la política nacional en materia de seguridad, cuando acciones disuasivas como el saturamiento de la zona sur de la ciudad ya están demostrando su efectividad.
La incorporación de militantes, abogados progresistas, defensores de los derechos humanos, etc., al foro no cambiará esta impronta.
La otra experiencia es sobre todo superestructural. Para amenguar el peso de esta clase de vecinos, sabemos cuáles, se convoca a otro foro con la presencia de distintas personalidades que asegurarán un determinado sesgo discursivo proclive al gobierno. Los vecinos, apabullados por tanto discurso académico, preferirán no participar.
Son dos maneras de desperdiciar una buena iniciativa.
La respuesta es simple, porque debemos usar nuevamente el sentido común: hay que ir a buscar en el barrio a los vecinos que nos están de acuerdo con las visiones represivas de la seguridad, animarlos a participar.
El problema de la inseguridad puede ser abordado con los mismos parámetros de la campaña electoral y está relacionado con una eventual incomprensión del ciudadano respecto de las medidas de gobierno nacional. El Frente para la Victoria toma como bandera la defensa del hospital público, pero resulta que la mayoría de los ciudadanos de la capital federal no los usa, o lo usa sólo en emergencias, o no lo pisa porque "está lleno de gente del GBA". Ya en la propia dictadura, Cacciatore intentó impedir que vecinos del área metropolitana se atendieran en hospitales de la ciudad y Macri, aunque lo encubre con bellas palabras, se propone lo mismo, obstaculizando al máximo el libre acceso de esos vecinos a los hospitales públicos.
Todas las estadísticas señalan que Argentina no es un país más inseguro que otros similares (por ejemplo, no nos podríamos comparar con Uganda) e incluso es mucho más seguro del que es considerado modélico, los Estados Unidos. Pero es inútil repetirlo, porque unos minutos de exposición a la televisión dan cuenta de una sensación insoportable de inseguridad que haría de Buenos Aires una ciudad a merced de la delincuencia, como un bombardeado Beirut sudamericano.
No vamos a extendernos sobre la multicausalidad de la inseguridad, sino a cómo se implementa ese Plan de Participación Ciudadana en un caso específico, y cómo incide en él la distancia que suele haber entre el militante y las agrupaciones políticas, por un lado, respecto del ciudadano común por otro.
Sè de la existencia de dos iniciativas distintas en materia de inseguridad en la comuna 5: la primera que largó ya funciona. ¿Pero cómo funciona? La iniciativa arrancó con una charla impecable de la doctora Arriola y con la presencia mayoritaria de militantes barriales y algunos vecinos. Como esa iniciativa coincidió con la campaña electoral, se la consideró como parte de esta, es decir como una iniciativa del gobierno nacional, o lo que es lo mismo, del Frente para la Victoria que entonces confrontaba con Macri. Cuando todavía los militantes, que son quienes deben impulsar este tipo de acciones, no tenía en claro cómo funcionaría el foro, los vecinos presentes relataron determinadas experiencias de inseguridad donde, no casualmente, los victimarios eran siempre morochos, quizás bolivianos o peruanos, y pertenencientes a las capas bajas de la sociedad. El aluvión zoológico, como quien diría.
En ese orden, el foro de seguridad puede convertirse en una eficiente herramienta del macrismo para cuestionar la política nacional en materia de seguridad, cuando acciones disuasivas como el saturamiento de la zona sur de la ciudad ya están demostrando su efectividad.
La incorporación de militantes, abogados progresistas, defensores de los derechos humanos, etc., al foro no cambiará esta impronta.
La otra experiencia es sobre todo superestructural. Para amenguar el peso de esta clase de vecinos, sabemos cuáles, se convoca a otro foro con la presencia de distintas personalidades que asegurarán un determinado sesgo discursivo proclive al gobierno. Los vecinos, apabullados por tanto discurso académico, preferirán no participar.
Son dos maneras de desperdiciar una buena iniciativa.
La respuesta es simple, porque debemos usar nuevamente el sentido común: hay que ir a buscar en el barrio a los vecinos que nos están de acuerdo con las visiones represivas de la seguridad, animarlos a participar.
LO QUE SE JUEGA
Las noticias, (verdaderas, falsas o tergiversadas) se suceden con tanta rapidez que pareciera imposible analizarlas, entenderlas y seguir adelante. El último misil arrojado lleva al doctor Zaffaroni en su cabeza explosiva. Mañana será otro, y luego otro más, cada vez más potentes y destructivos.
El objetivo es desmoralizar, vencer las voluntad del enemigo, que venimos a ser nosotros.
Los hechos contribuyen. ¿Qué hemos hecho mal para semejantes resultados electorales en Santa Fe o en la ciudad de Buenos Aires? ¿Preferiríamos un triunfo improbable en Córdoba, aliados con De la Sota? ¿En qué nos equivocamos? ¿Será la hora de que nos llamemos a silencio, de que nos recluyamos para cultivar nuestros peores aspectos, derrotados?
Aunque las denominaciones partidarias y confusiones de todo tipo (una de ellas, el desconcierto producto de la ausencia de una auténtica formación) tapen la cuestión de fondo, esa cuestión es una sola: lo que se está jugando en la actualidad es el sentido del peronismo. Y anoto la primera confusión (nuestra): este gobierno nacional ha producido cambios notables en Argentina. Inesperados, si se quiere. Pero esos cambios revolucionarios (y escribo "revolucionarios" con toda intención, como para que nadie nos corra por izquierda) no se han reflejado en la sociedad, una sociedad que en cierta medida tiene todavía presente la huella traumática del menemismo.
Esto pone en primer plano el tema de los "principios". ¿Qué son los principios aislados de la realidad real? ¿Está mal que el vecino de Villa Soldati quiera vivir como Macri, con una 4x4 y una confortable vivienda en el country El Carmel?
¿Sostener los eventuales principios significa acaso empobrecernos solidaria e igualitariamente?
Criticamos amargamente a la sociedad por no comprender los cambios revolucionarios producidos por este gobierno. O al gobierno por no saber trasmitir, comunicar esos cambios. ¿Pero dónde están los militantes? Como sabemos, existe una fantasía llamada "autocrítica" (con su sucedáneo, la catarsis freudiana) que consiste en desculpabilizarse por el error para luego volver a cometerlo una y otra vez, pero sin culpa, eso sí. Sin pecado concebida.
A todos los efectos del título de este post, me fui para el lado de los tomates. Pero confío en que se sepa comprender el subtexto.
No se trata, si lo que se juega es el sentido del peronismo, de cuántas "patas peronistas" aportan votos a distintas versiones del enemigo. No se si se percibió que a horas de su triunfo, Macri anunció la creación de un ministerio de Gobierno al frente del cual pondrá a un ladero de Massita.
Se trata de que el peronismo (que no es un partido, sino la expresión política-ideológica de un determinado estadio histórico de la sociedad nacional) dirime ahora mismo, en las primarias de agosto, en las generales de octubre y en lo que hará estos próximos cuatro años, si es fiel a su propia historia o si la traiciona. Se pregunta Norberto Galasso: "¿El peronismo se continúa en el kirchnerismo? ¿El kirchnerismo es lo mejor del peronismo que ha resurgido después de la debacle del peronismo del menemismo?".
Algo muy profundo se expresa cuando alguien, cualquiera, afirmó alguna vez: "yo no hago política, soy peronista".
En otras palabras, la lucha política de hoy puede ser vista como una desmesurada interna peronista. Por lo tanto (aunque sienta auténtica vergüenza ajena por citar a Ortega y Gasset): "argentinos (militantes), a las cosas".
El objetivo es desmoralizar, vencer las voluntad del enemigo, que venimos a ser nosotros.
Los hechos contribuyen. ¿Qué hemos hecho mal para semejantes resultados electorales en Santa Fe o en la ciudad de Buenos Aires? ¿Preferiríamos un triunfo improbable en Córdoba, aliados con De la Sota? ¿En qué nos equivocamos? ¿Será la hora de que nos llamemos a silencio, de que nos recluyamos para cultivar nuestros peores aspectos, derrotados?
Aunque las denominaciones partidarias y confusiones de todo tipo (una de ellas, el desconcierto producto de la ausencia de una auténtica formación) tapen la cuestión de fondo, esa cuestión es una sola: lo que se está jugando en la actualidad es el sentido del peronismo. Y anoto la primera confusión (nuestra): este gobierno nacional ha producido cambios notables en Argentina. Inesperados, si se quiere. Pero esos cambios revolucionarios (y escribo "revolucionarios" con toda intención, como para que nadie nos corra por izquierda) no se han reflejado en la sociedad, una sociedad que en cierta medida tiene todavía presente la huella traumática del menemismo.
Esto pone en primer plano el tema de los "principios". ¿Qué son los principios aislados de la realidad real? ¿Está mal que el vecino de Villa Soldati quiera vivir como Macri, con una 4x4 y una confortable vivienda en el country El Carmel?
¿Sostener los eventuales principios significa acaso empobrecernos solidaria e igualitariamente?
Criticamos amargamente a la sociedad por no comprender los cambios revolucionarios producidos por este gobierno. O al gobierno por no saber trasmitir, comunicar esos cambios. ¿Pero dónde están los militantes? Como sabemos, existe una fantasía llamada "autocrítica" (con su sucedáneo, la catarsis freudiana) que consiste en desculpabilizarse por el error para luego volver a cometerlo una y otra vez, pero sin culpa, eso sí. Sin pecado concebida.
A todos los efectos del título de este post, me fui para el lado de los tomates. Pero confío en que se sepa comprender el subtexto.
No se trata, si lo que se juega es el sentido del peronismo, de cuántas "patas peronistas" aportan votos a distintas versiones del enemigo. No se si se percibió que a horas de su triunfo, Macri anunció la creación de un ministerio de Gobierno al frente del cual pondrá a un ladero de Massita.
Se trata de que el peronismo (que no es un partido, sino la expresión política-ideológica de un determinado estadio histórico de la sociedad nacional) dirime ahora mismo, en las primarias de agosto, en las generales de octubre y en lo que hará estos próximos cuatro años, si es fiel a su propia historia o si la traiciona. Se pregunta Norberto Galasso: "¿El peronismo se continúa en el kirchnerismo? ¿El kirchnerismo es lo mejor del peronismo que ha resurgido después de la debacle del peronismo del menemismo?".
Algo muy profundo se expresa cuando alguien, cualquiera, afirmó alguna vez: "yo no hago política, soy peronista".
En otras palabras, la lucha política de hoy puede ser vista como una desmesurada interna peronista. Por lo tanto (aunque sienta auténtica vergüenza ajena por citar a Ortega y Gasset): "argentinos (militantes), a las cosas".
miércoles, 3 de agosto de 2011
SOLICITADA EN SOLIDARIDAD CON EL DOCTOR RAÚL ZAFFARONI
Solicitada
Las personas y organizaciones que suscribimos queremos manifestar nuestra solidaridad con el profesor y juez Eugenio Raúl Zaffaroni y repudiar enérgicamente la campaña sucia que intenta dañar no sólo su persona, sino las conquistas jurídicas en beneficio de la población que se consiguieron en la Corte Suprema.
Si un logro es reconocido por todos, es el cambio que significó el ingreso del juez Zaffaroni en el máximo tribunal del Poder Judicial. Se revalorizaron los derechos humanos que habían sido degradados por la Corte anterior: los de las víctimas de crímenes de lesa humanidad; de los trabajadores; de jubilados; del ciudadano frente a la autoridad cuando su conducta no afecta a terceros; y la de todos aquellos que son tratados con crueldad por el poder punitivo.
Lo que escribió en sus sentencias judiciales lo enseñó durante décadas en universidades del país, de América Latina y de Europa. De allí su reconocimiento académico internacional.
Por ello el ataque contra Zaffaroni es un ataque contra valores y prácticas que trascienden su persona y que pertenecen a la mayoría del pueblo argentino y a las tradiciones humanistas en general.
martes, 2 de agosto de 2011
El papel del Estado en la concentración económica
Leemos en Tiempo Argentino:
La confesión
Publicado el 2 de Agosto de 2011Por Luis Alén Subsecretario de Derechos Humanos.
La publicación del libro de la periodista Graciela Mochkofsky viene a confirmar lo que la querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación afirmó desde el principio: que la Junta Militar decidió que fueran Clarín, La Nación y La Razón quienes se apoderaran de la empresa Papel Prensa. Hasta ahora, y pese al cúmulo de pruebas que se fueron aportando desde que Rafael Ianover se presentó en la Secretaría a contar lo que sucedió en 1976, Magnetto, Mitre y compañía se mantuvieron en sus trece, afirmando que los diarios decidieron aceptar la oferta formulada por el Grupo Graiver, y que su participación terminó con la firma del convenio del 2 de noviembre de 1976 en las oficinas de La Nación. A lo sumo, en la audiencia celebrada ante la Sala III de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata, los abogados de Clarín y La Nación llegaron a admitir que, de haber algún delito en la compra de Papel Prensa, hubiera sido una extorsión y que, por ser este un delito común, la causa estaba prescripta.
Pero ahora, en las páginas 73 a 75 del libro de Mochkofsky, aparecen las confesiones de dos de los protagonistas principales del hecho. José Rogelio Villarreal, quien fuera secretario general de la Presidencia durante la dictadura de Videla, reconoció, en dos entrevistas realizadas en abril de 1998 y en mayo de 2002 –y de las cuales la autora conserva las cintas–, que fue la Junta Militar la que decidió que Clarín, La Nación y La Razón se apoderaran de Papel Prensa, sin que existiera la oferta de los Graiver. El militar dijo que fue él, personalmente, quien se ocupó de hablar con Magnetto, “Bartolito” Mitre y Patricio Peralta Ramos, para que se hicieran cargo de la empresa, ofreciéndoles créditos oficiales, participación y avales del Estado. Esta confesión, lisa y llana, fue avalada por el propio Patricio Peralta Ramos, en otra entrevista de 2002.
Estos datos, que revelan el acuerdo delictivo de la Junta genocida con los diarios, fueron presentados al juez federal Daniel Rafecas, quien tiene a su cargo la causa desde la incompetencia decretada por la justicia de La Plata. Será este magistrado el que ahora deba convocar a prestar declaración indagatoria a Magnetto, Mitre y sus cómplices, para que la trama de amenazas, secuestros, tortura y muerte reciba la sanción correspondiente. Será justicia.
Pero ahora, en las páginas 73 a 75 del libro de Mochkofsky, aparecen las confesiones de dos de los protagonistas principales del hecho. José Rogelio Villarreal, quien fuera secretario general de la Presidencia durante la dictadura de Videla, reconoció, en dos entrevistas realizadas en abril de 1998 y en mayo de 2002 –y de las cuales la autora conserva las cintas–, que fue la Junta Militar la que decidió que Clarín, La Nación y La Razón se apoderaran de Papel Prensa, sin que existiera la oferta de los Graiver. El militar dijo que fue él, personalmente, quien se ocupó de hablar con Magnetto, “Bartolito” Mitre y Patricio Peralta Ramos, para que se hicieran cargo de la empresa, ofreciéndoles créditos oficiales, participación y avales del Estado. Esta confesión, lisa y llana, fue avalada por el propio Patricio Peralta Ramos, en otra entrevista de 2002.
Estos datos, que revelan el acuerdo delictivo de la Junta genocida con los diarios, fueron presentados al juez federal Daniel Rafecas, quien tiene a su cargo la causa desde la incompetencia decretada por la justicia de La Plata. Será este magistrado el que ahora deba convocar a prestar declaración indagatoria a Magnetto, Mitre y sus cómplices, para que la trama de amenazas, secuestros, tortura y muerte reciba la sanción correspondiente. Será justicia.
lunes, 25 de julio de 2011
CRÓNICAS DE LA RURAL
Por nada del mundo me pierdo, año tras año tras año, una visita a La Rural. Pienso de que ese suave perfume a bosta que lo impregna todo es, diría, como una marca indeleble de la Patria, tan nacional como el seibo y los petisos de polo.
Esa incorregible costumbre hace que terminemos conociéndonos todos los habitués. Este año me crucé con Mauricio (Macri), Mario (Llambías), los Hermanos Macana (Adolfo y Alberto), con Lilita, con Eduardo (Duhalde), con Patricia (Bullrich Luro Puerredón) y con el mismísimo ministro de Agricultura de Armenia.
A propósito de Patricia, recordé una crónica escrita por mi íntima amiga Sonia Bragas que publicó "La Nación" hace unos años, cuando era ministro (Patricia, no La Nación ni Sonia):
Patricia es una monada de chica, siempre tan atenta, tan vigilante, preocupada por los demás. Y dotada de gran iniciativa. Con decirles que en un santiamén pasó de la cárcel al trabajo.
En su nuevo destino, en su puesto de lucha (suena tan chic), Patricia procura que los demás trabajen. Me parece una idea fantástica.
Pero le queda tiempo para todo, hasta para las actividades sociales.
-Venite a la Rural, que los Pueyrredón hacemos un pic nic -dijo Patricia, quien entre sus muchos apellidos lleva también el del prócer.
Dos cosas me impactaron este año. Una, la frase de Hugo (Biolcati) referida a Sarmiento, y también un alumbramiento que dará para hablar.
Hugo dijo sobre el Gran Sanjuanino: "Su pensamiento acecha para abalanzarse sobre el futuro y con la luz de su ingenio iluminar esta larga noche de ignorancia, que a más de un siglo de su muerte ya parece interminable", sostuvo, y agregó: "Estoy seguro que esa larga noche está llegando a su fin".
¿Acecha para abalanzarse? Uhmmm, qué valiente expresión, qué despliegue de lenguaje, qué pensamiento excelso el del ex dueño de Magnasco.
Y la otra, como les dije, fue un alumbramiento que será tapa de "Noticias". Según cuentan los peones, sucedió luego de esto:
Esa incorregible costumbre hace que terminemos conociéndonos todos los habitués. Este año me crucé con Mauricio (Macri), Mario (Llambías), los Hermanos Macana (Adolfo y Alberto), con Lilita, con Eduardo (Duhalde), con Patricia (Bullrich Luro Puerredón) y con el mismísimo ministro de Agricultura de Armenia.
A propósito de Patricia, recordé una crónica escrita por mi íntima amiga Sonia Bragas que publicó "La Nación" hace unos años, cuando era ministro (Patricia, no La Nación ni Sonia):
Patricia es una monada de chica, siempre tan atenta, tan vigilante, preocupada por los demás. Y dotada de gran iniciativa. Con decirles que en un santiamén pasó de la cárcel al trabajo.
En su nuevo destino, en su puesto de lucha (suena tan chic), Patricia procura que los demás trabajen. Me parece una idea fantástica.
Pero le queda tiempo para todo, hasta para las actividades sociales.
-Venite a la Rural, que los Pueyrredón hacemos un pic nic -dijo Patricia, quien entre sus muchos apellidos lleva también el del prócer.
Dos cosas me impactaron este año. Una, la frase de Hugo (Biolcati) referida a Sarmiento, y también un alumbramiento que dará para hablar.
Hugo dijo sobre el Gran Sanjuanino: "Su pensamiento acecha para abalanzarse sobre el futuro y con la luz de su ingenio iluminar esta larga noche de ignorancia, que a más de un siglo de su muerte ya parece interminable", sostuvo, y agregó: "Estoy seguro que esa larga noche está llegando a su fin".
¿Acecha para abalanzarse? Uhmmm, qué valiente expresión, qué despliegue de lenguaje, qué pensamiento excelso el del ex dueño de Magnasco.
Y la otra, como les dije, fue un alumbramiento que será tapa de "Noticias". Según cuentan los peones, sucedió luego de esto:
MARÍA EUGENIA BIELSA EN DIPUTADOS
Leemos en Anarkoperonismo (el subrayado va por nuestra cuenta)
Nobleza obliga hay que decir que Artemiópolis le pegó bastante esta vez con los resultados, aunque temo leer alguna encuesta de Ibarómetro.
Si consideramos que María Eugenia Bielsa a la cabeza de la lista de diputados provinciales del Frente Santa para Todos obtuvo 34,7% (12% más que Agustín Rossi) y que la lista de la Unión PRO Federal obtuvo en cambio un 14,7% (13% menos que Del Sel) es dable pensar que los votos peronistas de Del Sel salieron en buena parte de la cuenta de Agustín Rossi. Algunos inquisidores saldrán a decir que el PJ nos cagó otra vez pero esto sería darle demasiada entidad electoral al aparato, ya que se estaría presumiendo que un 12% de los santafecinos votaron a Del Sel y a Bielsa porque un puntero se lo ordenó (y si es así, ¿Por qué carajo no garpamos un aparato así?).
En Santa Fe se implementó una vez más el sistema de Boleta Única, por lo que podemos descartar artimanias como la desaparición de boletas y otras maldades que se utilizan para perjudicar a algún candidato: todo el que metió en la urna una boleta que decía Del Sel - Bielsa se tomó la molestia de marcarlo con birome. Y al parecer, entre Del Sel y Rossi eligieron marcar Del Sel, motivo por el cual podríamos decir que Agustín Rossi piantó votos.
Crueldades de la política, Rossi es una figura que se inmoló en su propia provincia cargándose al hombro (con mucha dignidad) la 125 en la Cámara de Diputados, y en una provincia por excelencia agropecuaria y sojera esto es un precio a pagar muy alto.Otro ejemplo del desfasaje existente entre las preferencias electorales de los twitteros K fanáticos de Aníbal Fernández y el resto del mundo. A ver si empezamos a mirar un poco más para afuera.
Fuera de esto, el frente Santa Fe para Todos triunfó en 21 de 43 intendencias y obtuvo la mayoría en ambas cámaras provinciales, metiendo también concejales a lo pavote en cada departamento. El Frente Progresista obtuvo lo mínimo indispensable para la supervivencia como partido de gobierno y la Unión PRO Federal ninguna intendencia (afortunadamente). El diagnóstico no es tan negativo por ahora, y nada más se puede decir hasta tener a mano los resultados de Octubre.
Yendo a un análisis de oportunidad -un poco tardío- pensemos que en Santa Fe se presentaron dos candidatos con perfil progresista que, como era de esperar, se anularon votos mútuamente. Sería muy tonto creer que esa vacante electoral de preferencias populistas como la que se dejó abierta al configurarse el duelo Rossi-Bonfatti no iba a ser ocupada por alguien de igual perfil ya que como todos sabemos, tanto en materia de representación política como en cuestiones del corazón, los huecos no tardan en llenarse.
Esto lo vieron muy bien los asesores del PRO y Del Sel ocupó ese espacio con gran eficacia, llegando a desplazar la candidatura kirchnerista del duelo. Al parecer, el PRO en Santa Fe tanto como en la Capital Federal no tiene pruritos con ser corrido por izquierda por algún trosko o tratado de mersa por algún radical. Nosotros, evidentemente, padecemos algún complejo de inferioridad bolche y en un afán constante de ser la izquierda real, única e incuestionada nos metemos en pantanos discursivos que nos reducen a contricantes dialécticos de Jorge Altamira, dejando vía libre para que se nos meta algún "facho y mersa" y nos cope la parada por derecha. Es de imperiosa necesidad que esto no se reproduzca a nivel nacional, y ya que somos el partido de los grasas, nos atrevamos a ser grasas.
(¿Vieron como Vicky también va hacia el populismo?)
viernes, 22 de julio de 2011
Quien quiera oír que oiga (1)
¿No será la hora de terminar con autocríticas, flagelaciones y catarsis?
El resultado electoral del domingo tiene varias lecturas posibles de las que se han ocupado con mejor fortuna intelectuales kirchneristas, periodistas, medidores de opinión y otros. Podrá ser visto como una derrota más, pero no lo es. O lo será, en todo caso, si no se advierte que se ha agotado un modo de hacer política y un modo de construcción en el campo propio. El triunfo de Macri, de repetir en la segunda vuelta, lo confirma como el principal referente nacional del conservadurismo local, sin arriesgar en octubre, es decir, con economía de fuerzas y mayor eficacia que la del campo propio ya que solo expone un distrito con limitada incidencia en el voto nacional aunque con un eventual alto valor como señal opositora. Por lo cual, no valen ni las catarsis ni las autocríticas si no se advierte que así se ha despertado a un monstruo.
Esto no signfica que cambiemos a Jauretche por Durán Barba o que Christian Ritondo se convierta en ejemplo de lo que se debe hacer. Es en medio de los fracasos cuando uno tiende a creer que el error consistió en no seguir la estrategia del enemigo victorioso, que éste era el dueño de la razón y –peor todavía- que terminenos identificados con él como a veces sucede con las víctimas. Pero en cierta medida, tampoco Jauretche es suficiente si no somos capaces de decodificarlo teniendo en cuenta que, aunque las líneas centrales de su visión continúan en pie, vivió en una época muy distinta de la actual. Y sólo lo cito porque el apagon sufrido por el pensamiento nacional es uno de los núcleos de la actual desorientación de la militancia.
La idea que pretendo desarrollar es que este colectivo militante repite una receta que ya resulta anacrónica y que ese modo de “militar”, a la sociedad actual (sociedad o fragmentos superpuestos de distintas sociedades, si se quiere) le resulta exótico e infecundo. En el discurso criticamos con frecuencia la “crisis de la representatividad” pero la practicamos apasionadamente.
Las concepciones políticas en boga han impuesto definiciones que es preciso resignificar: militancia social vs militancia política, cuadros políticos vs cuadros técnico-administrativos, política de cuadros vs política de masas, etc.
El modelo universal de agrupación o grupo político es el de una de las tantas variantes del partido leninista al que el mito atribuye la toma del poder en la Rusia de 1917: cuadros (pocos) por un lado, masas por otro, locales (cuando los hay), publicaciones con mayor o menor fortuna de acuerdo a los medios económicos y editoriales disponibles, una variada oferta de extensión cultural pero sin una apropiación efectiva del territorio, sin política por cuanto su presencia significaría algún grado de “transformación” de la realidad circundante o abarcable, y careciendo en general de una práctica de formación siendo esta un aspecto de la acción política, y la acción política la única razón de ser de la organización. Cuando este último factor se invierte, el “cuadro formado” se convierte en el evangelizador de una “verdad”. Tampoco se expresa en poder efectivo (y votos) que los locales partidarios ofrezcan -como sucede- clases de yoga, biblioteca, computación o danzas folklóricas.
El problema no es nuevo y tiene varias aristas.
Se está discutiendo al menos desde los primeros 80, entre la política entendida en su concepto original, que requiere dominio del territorio y relaciones interpersonales, y la telepolítica que se desarrolla en el seno de los grupos primarios e incluso en la conciencia de los individuos a través de los medios de comunicación. Se podrá opinar que nada reemplaza a la primera en el momento de la decisión, pero lo cierto es que el segundo se está profundizando y la campaña antipolítica de Macri lo prueba. El amurallamiento (estos somos nosotros) en la agrupación o grupo político de este tipo requiere unos pocos cuadros o líderes, quizás uno solo. Serían idealmente semilleros de nuevos cuadros políticos, pero en la práctica no siempre sucede.
Ese modelo de organización se adecua a un escenario de resistencia al poder instituido, cualquiera fuera. Su éxito es anacrónico e históricamente falaz, pero funciona bien en una estrategia defensiva.
(El cambio político producido desde 2003 en el gobierno le incorporó otro ingrediente: los recursos siempre escasos para funcionar pueden provenir ahora del Estado, con lo cual las agrupaciones se convertirían en extensiones o puntos de apoyo de la lucha por el espacio en las reparticiones de gobierno, sin que ello necesariamente signifique que confrontan distintas políticas o concepciones. En ese sentido, la universalización de las prácticas de las privatizaciones periféricas (asociadas con la crisis de las “instituciones totales” propias del Estado de Bienestar) a nivel estatal, agregan una dimensión nueva donde con frecuencia se están defendiendo o enfrentando intereses privados que preservan porciones ganadas dentro del Estado o intentan capturar otras. Esta realidad está más allá de nuestra voluntad y en todo caso los cuestionamientos éticos forman parte de otra discusión ajena a lo que aquí se plantea: la ética no es eterna e invariable, sino una construcción histórica del poder y del sentido común dominante).
Otro elemento de confusión es que el modelo organizacional de agrupación o grupo político local tiende a culminar en la conformación de un partido activo, con su política de formación de cuadros, constitución de una burocracia dirigente, etc. El kirchnerismo ha heredado, por su lado, la idea de un partido que sólo funcionaría en épocas electorales y que se desactiva en las que no lo son. Eso facilita, cuando se producen derrotas electorales por ejemplo, las críticas y las culpas sobre las superestructuras en una etapa en la que el adversario, con los recursos casi ilimitados del poder tradicional, abre generosamente las puertas a una “pata peronista”.
Nada nuevo, en realidad, desde aquello del hecho maldito del país burgués (Cooke): un partido domesticado que prioriza la gobernabilidad (la ausencia de política legislativa es la prueba más palpable) habla de una dirigencia que ha confundido su rol y acaba dominada por el adversario.
Sin embargo la confusión no termina allí, porque las críticas desde las agrupaciones locales suele excluir el propio rol en la transformación de la realidad efectivamente abarcable, que eso es el poder. “No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre” (sultana Aixa a su hijo Boabdil, año 1492, tras la pérdida de Granada). In extremis, la acción política termina convirtiéndose en comentario, opinión.
A ello se suma la ausencia de hegemonía en los distintos sectores del kirchnerismo porteño, al menos tres, donde es visible no tanto la fragmentación como sí su heterogeneidad. Filmus se afirmó sobre uno de ellos, el progresista de tradición no peronista, que si bien tuvo un mejor desempeño en algunas comunas, no alcanzó a revertir el resultado porque carece de poder interno y no es reconocido por los otros sectores kirchneristas.
Los dos frentes principales o campos de batalla son al interior del Estado y en el seno de la sociedad.
Desde 2003 se produce una paradoja: por un lado, al incorporar la dimensión (y autoridad) política, el gobierno ya no responde automáticamente al poder diversificado, pero sus cambios no se ven reflejados en cambios simétricos en el seno de la sociedad.
El porqué de esta asincronía obedece a distintas cuestiones: entre ellas, la confusión respecto de cuál es el campo donde se batalla. En la cristalización de esta confusión el gobierno tiene una incidencia relativa, limitada a plantear un cambio de escenario que puede ser comprendido, aprovechado o rechazado en el seno de la sociedad. El kirchnerismo, entretanto, y en él caben tanto las agrupaciones como el fenómeno bloguero, comenta las acciones de gobierno como un amplio y diverso seisieteocho.
El kirchnerismo combina dos tradiciones: una vocación de mayorías tributaria del peronismo, y su espejo, la de los grupos progresistas de vocación minoritaria y variada tendencia que insisten empecinadamente, aún con todas las autocríticas a través de los años, en pretender que la sociedad se ajuste a sus cosmovisiones.
Resuenan en ellas todas las variantes del “esclarecimiento”, cualquiera fuera, como una catequesis laica, incluso la de marca propiamente peronista.
Esto genera una desconcierto propicio a los microclimas. En gran medida, un microclima multitudinario es lo que se vivió en la campaña electoral. Porque ciertamente, ningún grupo político supera en número y entusiasmo a esta militancia. Pero es pertinente recordar que el mismo fervor se vivió en 2009, y con eso se cosechó un 11% de los votos (Heller). El fenómeno reconoce cierta similitud con la capacidad de movilización de la ultraizquierda no-kirchnerista o anti-kirchnerista: esos miles de activistas que llenan las calles son los únicos que votan por sus candidatos, pero son vistos como extraños por la sociedad.
Como los resultados se miden en votos y no en claridad conceptual, sería necesario advertir primero que no hay una generación espontánea de los espacios de militancia; por el contrario, estos se inscriben en la historia del peronismo, o si se quiere del campo nacional y popular, marcando la continuidad de un espíritu resistente que podría rastrearse hasta 1955.
Contra la proscripción en las épocas de la democracia restringida y proscriptiva, contra el modelo neoliberal en los 90. En la primera, la crítica más frecuente era que esa capacidad de resistencia impedía la consolidación del enemigo pero no alcanzaba para tomar el poder. Esa limitación llevaba a distintas estrategias cuyo detalle no vale la pena detallar aquí, pero sí es pertinente señalar:
a) que Perón volvió a la Argentina por la lucha de la JP, ya que los sectores políticos del PJ y el sindicalismo estaban dispuestos a acordar con el régimen una suerte de peronismo sin el líder. Esto no significa entrar en la lógica de la traición, sino plantear las limitaciones y la propia naturaleza de esas estructuras. b) que la irrupción de la juventud en la lucha política fue inesperada, pero sobre todo una pura “creación” surgida en los pliegues de la sociedad.
En la segunda etapa, a la que pertenecen la mayor parte de los militantes actuales, el enemigo (ahora encaramado en la propia cúpula del PJ) se adueñó de la palabra y de las significaciones, degradándolas y convirtiendo a la política en una eficaz herramienta de ascenso social. Frente a ello, “la corrupción es sistémica” (Chacho Álvarez) pero no más que eso. La protesta se invisibilizó y los protestantes, a la defensiva, resistieron cada uno según sus posibilidades y suerte.
La gran apertura marcada por Néstor Kirchner nos ubicó en otro lado, desinvisibilizando esa resistencia de muchos militantes y grupos que no habían sido cooptados por el poder hegemónico.
Esa hegemonía se ha corrido a nivel del gobierno, pero no en el seno de la sociedad.
En el paso de una etapa a la otra, las agrupaciones no se transformaron. Siguieron funcionando con el mismo modelo, con el agregado de que habían cambiado las señales desde arriba, y con ello, una parte del tiempo de militancia comienza a ser usado para comentar o interpretar esas señales sin que se tenga la capacidad para incidir en lo más mínimo en ellas. Y cuando el nivel de comprensión es mínimo o nulo, queda siempre el recurso de explicar las medidas del gobierno como desconocidas “razones de Estado” solo practicables a los iniciados que las explican por no menos desconocidos vínculos con los pliegues del poder.
La vigencia del “enemigo” en términos de democracia nos debería servir para evaluar cuáles son las herramientas más adecuadas para derrotarlo, teniendo en cuenta que la gran batalla cultural del siglo XXI está en la subjetividad de los ciudadanos.
En efecto, Buenos Aires fue la ciudad culta, opulenta y cosmopolita situada a espaldas del país real, de cara al Imperio y viviendo de las rentas extraídas del interior. De aquella opulencia dio cuenta el 2001, cuando ya las recetas economicistas del Banco Mundial habían desarticulado el sistema educativo, y hoy solo queda su inveterado cosmopolitismo, marcado en la actualidad por redes sociales, medios de comunicación y otras herramientas globales dirigidas desde el Imperio que construyen el sentido común dominante.
El poder imperial tiene tres patas: el dominio militar que funciona como amenaza, la propiedad de la innovación tecnológica y los medios de comunicación (Emir Sader).
La lógica de centro-periferia subsiste en esta etapa del capitalismo, pero de un modo diferente al que se dio en la posguerra y que fuera estudiadas por los teóricos de la dependencia (Furtado, Jaguaribe, etc.).
La tributación de la periferia al centro, el flujo desigual de bienes materiales e intangibles, se realiza ahora entre países y corporaciones, entre países periféricos y centrales, pero también entre ciudad e interior, y dentro de las ciudades, entre sectores de la población.
El flujo desigual de bienes intangibles permite la actual hegemonía del pensamiento neoliberal en sectores sociales que pueden ser sus víctimas objetivas, lo que da cuenta de una subjetividad escindida, marginalidad, indiferencia social, violencia, individualismo, consumismo, etc.
Escisión que no puede entenderse en términos anticuados como “clase social”, ya que víctimas y victimarios se inmolan en la misma hoguera de las vanidades: el mercado. O dicho en otros términos: “todos somos capitalistas”, no hay una alteridad que funcione como contraidentificación.
Esto también permite entender lo que sucede con el macrismo, porque esta “mayoría silenciosa” hoy está en condiciones de imponerse electoralmente y remite a la misma alianza de sectores sociales que consagró al menemismo, donde las víctimas elegían alegremente a sus victimarios.
.......
jueves, 21 de julio de 2011
Segunda vuelta, perplejidad
Respecto de mi post anterior, escrito por el entrañable amigo Teodoro Boot, agrego un fragmento cortito, diez líneas a lo sumo, de Manuel Vázquez Montalbán.
Lo trasncribo de su novela Sabotaje Olímpico, quizás la más surrealista de la serie de Pepe Carvahlo aunque no de las que más me han gustado, y es como sigue:
Carvalho alzó una ceja como lo hacía Gregory Peck cuando quería expresar sentimientos, falta de sentimientos, sentimientos encontrados, pasión, compasión, instinto, emotividad, cordialidad, delicadeza, conmoción, efusión, introversión, extroversión, trauma psíquico, alegría, odio, pena, patetismo y perplejidad, sobre todo perplejidad...
Espejismos porteños
Espejismos porteños
por Teodoro Boot
La relación enfermiza entre Buenos Aires y el conjunto del país viene de antiguo, es en realidad anterior a la independencia y ha pasado por distintas etapas que no viene al caso enumerar ni analizar acá, aunque sí, tal vez, tenerlas presente.
No hay tampoco nada extraño ni extraordinario en esto, ni en la macrocefalia porteña, esa cabeza de Goliat que algunos creyeron ver emplazada en un enclenque cuerpecito argentino: es condición de la dependencia y el colonialismo y regla común a todo el Tercer Mundo; deformidad tenida por normal y que provoca asombrosas distorsiones de la percepción, que va desde creer economía nacional al comercio exterior y llamar economías regionales a la economía nacional, hasta considerar “pajueranos” a los habitantes del interior argentino, convertidos para esa distorsionada mirada porteña en oriundos de un exterior ajeno y a menudo hostil.
Hay años de colonización cultural y pedagógica detrás de esta alteración de las percepciones, que no habría que tomarse muy a la ligera, habida cuenta el rol que en la era actual cumple la instantaneidad y universalidad de las comunicaciones, por más que en rigor hablemos de una universalidad relativa o acotada.
Los medios de comunicación “nacionales” son y no son nacionales: lo son en tanto llegan con su imagen, su voz y sus textos a todo el país, pero no lo son en tanto llegan a todo el país trasmitiendo una problemática que no es la de todo el país, sino apenas la de la ciudad de Buenos Aires, con la episódica inclusión del Gran Buenos Aires, pero sólo como productor de “inseguridad”.
No es ya cuestión de decir que un rosarino, un cordobés, un pampeano o un jujeño están perfectamente al tanto de todo cuanto ocurre en Buenos Aires sin que ningún porteño tenga la más remota idea de qué ocurre en Jujuy o Rosario, excepto alguna catástrofe climática, humanitaria o política, sino que tampoco ningún porteño tiene la más remota idea de lo que ocurre en Avellaneda, ciudad más cercana al centro político y administrativo de la ciudad de Buenos Aires que los barrios porteños de Saavedra, Villa Pueyrredón o Villa Devoto, mientras el vecino de Avellaneda, Quilmes, San Justo o José León Suárez se encuentra permanentemente bombardeado por una problemática porteña que, en gran medida, no se corresponde con su propia cotidianeidad.
No debe quejarse: esa “problemática porteña” trasmitida a todo el país tampoco concuerda con la propia cotidianeidad del vecino de Buenos Aires, pero llega a obnubilarlo, distorsionando su propia mirada hasta hacerla parecerse a la realidad mediáticamente trasmitida.
Los medios ya no son medios
Uno no va a pretender descubrirle el agujero al mate diciendo que los “medios” han ido evolucionando hasta convertirse en “sujetos”: ya no son instrumentos de trasmisión sino sujetos trasmisores, y se encuentran en el centro del debate político y la pelea por el poder real. Pero, curiosamente, esto que todos sabemos, suele olvidarse. Se olvida, por ejemplo, cuando se analizan o más bien se describen las recientes elecciones porteñas y se habla de la campaña de Macri, como si la campaña de Macri fuera la que diseñó Durán Barba, siendo que la campaña de Macri, o la de ese sector que se opone frontalmente a la dirección que el kirchnerismo le ha impreso a la política y la economía argentinas, es diseñada y ejecutada por los grandes medios de comunicación, que no son instrumento de Macri o de cualquier otro factor político sino que sucede exactamente a la inversa. Es así como mientras los medios destruyen sistemáticamente lo que pueden destruir del kirchnerismo e ignoran el resto, el “candidato” se limita a sonreír amablemente y a distribuir globos a los niños y libros a los viejitos.
Está bien, ¿quién puede objetarlo? Se pelea con los instrumentos de que se dispone, con todos los instrumentos de que se dispone. Y eso hay que tomarlo en cuenta, pero no puede pretenderse que un candidato llamémosle kirchnerista se limite a sonreír y a repartir globos y novelas, porque estaría aún en mayor desventaja. Quienes eso pretenden, exigen o recriminan, olvidan quién hace la política, la auténtica política de ese magma llamado “macrismo” y creen que la política eficiente, exitosa, es la que diseña Durán Barba.
Pero la distorsión surgida del uso del resultado electoral por parte de los estrategas de esos instrumentos llamados Pro, Macri, Durán Barba, llega más allá y obnubila el entendimiento hasta de aquellos que deberían tener por lo menos algún entendimiento. Es así como algunos sectores intelectuales y aun políticos se abocan a las catarsis colectivas indiferentes al punto central de la política argentina, que no es ni puede ser una elección para elegir al intendente de Buenos Aires sino la instrumentación del resultado de ese acto electoral para instalar a Mauricio Macri como gran esperanza blanca para las elecciones presidenciales del 2015.
En el 2011 Macri ya no puede ser candidato presidencial ni jefe o cabeza de una alianza o espacio de esa suerte de menemismo fashion y facho que se ha impuesto en las elecciones porteñas, tuvo un notable desempeño con un candidato claramente impresentable en Salta y amenaza con romper records en Santa Fe. Y no puede serlo porque le resultó imposible conjugar en la capital buena imagen y chances electorales de algún sustituto, como podía ser el caso de Gabriela Michetti, con la continuidad de los grandes negocios garantida únicamente por Rodriguez Larreta y su “equipo”, razón por la que tuvo retirar su candidatura nacional para presentarse en la ciudad como único modo de mantener su fuerza política en el distrito. De no ser por esta debilidad estructural, es razonable sospechar que tras un seguro segundo puesto en las elecciones presidenciales habría quedado instalado como gran referente opositor y seguro candidato de una alianza “menemista fashion y facha” para el año 2015. La conducción de todo este proceso, basada en el buen desempeño del Pro en las elecciones porteñas, consiguió disimular esta debilidad e instalar a Mauricio Macri como gran ganador y seria amenaza contra la capacidad electoral de la presidenta de la nación, espejismo construido con la invalorable ayuda de intelectuales, activistas y no pocos dirigentes del kirchnerismo, tan obnubilados por la manipulación como el más inocente de los ciudadanos porteños en particular y argentinos en general.
La real realidad
De repararse las cifras crudas y objetivas de la elección porteña surge con claridad su relativa insignificancia real, que contrasta fuertemente con la construcción simbólica que de esa elección se ha hecho.
Sobre un padrón de 2. 400 mil habilitados para sufragar, el Pro obtuvo 830 mil votos, el Frente para la Victoria prácticamente 500 mil, Proyecto Sur 225 mil, todas las demás fuerzas reunidas unos 300 mil votos, mientras no concurrieron a votar 650 mil ciudadanos, una cifra nada desdeñable al ser colocada junto a las demás.
Si se analizan los diferentes desempeños en función de lo que más importa a la conducción de este proceso y hasta al Pro mismo, más allá de concluir en que Marricio Macri se encuentra muy cerca de ser consagrado jefe de gobierno, puede observarse con mucha claridad que la diferencia entre el Pro y el FPV es de apenas 330 mil votos y que en camino a la elección presidencial los 500 mil votos obtenidos por Daniel Filmus no son un techo sino, por el contrario, el piso del que parte la candidata a presidenta Cristina Fernández, mientras que los 800 mil votos del Pro carecen de un candidato claro con el que encolumnarse, pudiéndose conjeturar que tenderán a dispersarse, yendo en un buen porcentaje a engrosar los votos de Cristina Fernández.
Y esto es así porque, no obstante el “discurso” mediático, el Frente Para la Victoria ha hecho una muy buena elección, tan buena como la del Pro, o acaso relativamente mejor, de comparársela con la elección para jefe de gobierno del año 2007, cuando en la primera vuelta Macri obtuvo 798.000 votos, apenas 32 mil menos que los 830 mil obtenidos el 10 de julio.
El Frente para la Victoria había obtenido en el año 2007, 414 mil votos, 75 mil menos que los 489 mil del 10 de julio.
En cuanto a la segunda vuelta, en el año 2007, Macri recibió 1.007.800 votos mientras que los de Filmus fueron 645.780. En otras palabras, Filmus necesita 156 mil votos más que los obtenidos para igualar su desempeño del 2007, mientras que, para lo mismo, Mauricio Macri necesita sumar 237.800.
En realidad, el desempeño de electoral del Pro fue más o menos equivalente al cumplido el año 2007. Lo que ha cambiado es la percepción, y esa percepción cambia no justamente por la observación directa y fría sino debido a la construcción mediática que ha colonizado a los propios kirchneristas porteños, a sus candidatos y, sorprendente o no tan sorprendentemente a sus intelectuales: todos ellos han sido incapaces de elaborar un discurso, no contrapuesto al de los medios, porque no se trata de algo tan tonto, sino un discurso operativo que surja de una observación fría y objetiva de la realidad y ayude a los activistas y simpatizantes kirchneristas a observar la realidad con la debida perspectiva y no a través del ojo de la cerradura de los medios porteños.
No ha fallado la campaña electoral ni el desempeño electoral: ha fallado la capacidad de los dirigentes, cuadros e intelectuales del kirchnerismo de la ciudad de Buenos Aires, que siguen creyendo en la existencia de una verdad objetiva y, mucho más grave aún, de la existencia de una suerte de tribunal de la Razón que parece residir en la suma de los votantes anónimos.
Ni una cosa ni la otra existe, pues “la verdad” es siempre relativa, subjetiva e instrumental, y no existe una “Razón a la que apelar sino una emoción, una pasión y una esperanza que despertar.
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